martes, 29 de enero de 2013

XXV Encuentro Iberoamericano de profesores de Filosofía para Niños.

Sanxenxo 
Pensamiento y lenguajes. Sanxenxo (Pontevedra) 7 al 10 de Marzo de 2013 Hotel Carlos I

Organiza: Centro de Filosofía para nenos y nenas de Galicia.
Participan: Mª Carmen BecerraAraceli Ochoa de Eribe, Rosa López Aleman y Félix de Castro. Grupo IREF José Manuel Gutiérrez y Esteban Cortijo. Angélica Sátiro. Rafael Robles, Félix García Moriyón y Luis Prieto. Guadalupe Jover. José Manuel Gutiérrez.




Abierto plazo de inscripción cursos Julio 2013


Curso: Habilidades para dirigir una clase basada en el dialogo.

Del 1 al 5 de julio de 2013. Facultad de Formación del Profesorado. Universidad Autónoma de Madrid.


Curso: Preguntar, dialogar, aprender. Profundización en el programa de Filosofía para Niños.

Del 1 al 5 de julio de 2013. Facultad de Formación del Profesorado. Universidad Autónoma de Madrid.

*Las inscripciones deben realizarse antes del día 31 de Mayo de 2013.Descarga la ficha de inscripción y envíala a informacion@filosofiaparaninos.org

Abierto plazo de inscripción del curso "Preguntar, dialogar, aprender. Profundización en el programa de Filosofía para Niños". Del 1 al 5 de Julio de 2013.

Del 1 al 5 de julio de 2013 Facultad de Formación del Profesorado. Universidad Autónoma de Madrid.
Accede a información más detallada acerca de la metodología, contenido y evaluación:

Descarga el tríptico del Curso Preguntar, Dialogar, Aprender 2013.  

Las inscripciones deben realizarse antes del día 31 de mayo de 2013.

Descargar ficha de inscripción y envíala a informacion@filosofiaparaninos.org





Entrevista a David Seiz Rodrigo.


Breve historia de fpn en españa
Félix García Moriyón entrevistado por David Seiz Rodrigo

P.- Filosofía para niños lleva en España algo más de diez años, si no me fallan las cuentas. Tiene sus inicios por tanto en medio de la eclosión de propuestas y reflexiones que se hicieron a partir de la aprobación de la LOGSE. ¿Fue casualidad o está dentro de ese amplio y vago movimiento de renovación pedagógica que venía desde finales de los años 70 que se materializó en aquella ley y sus primeros efectos? ¿Qué te llevó a ti y a tus compañeros de viaje a reparar en aquella propuesta? ¿Qué buscabais? ¿De qué abominabais en el modelo de educación existente que os acercó a la propuesta de Lipman?. En definitiva por qué aquello y por qué en aquel momento y si no es indiscreción por qué tú.

R.- La primera visita de Lipman a España se produjo a un congreso que organizamos en la Sociedad Española de Profesores de Filosofía de Instituto; yo era el secretario y personalmente propuse y me encargué de invitar a Lipman. Había leído algo de él y me parecía muy interesante. A aquel congreso acudieron 350 profesores de toda España; nunca ha vuelto a haber nada igual. Sin duda el ambiente de renovación pedagógica, iniciado en la década de los setenta y acentuado con la llegada de los socialistas al poder creo un clima de cambio importante. La propuesta de Lipman sintonizaba con las exigencias de la reforma y con sus fundamentos teóricos, en especial la psicología cognitiva y el aprendizaje constructivista. Yo me interés por ello y porque me parecía una oferta valiosa contar con unos buenos manuales con infinidad de recursos. Me quedé con una versión fotocopiada de los materiales y los apliqué durante un año en precarias condiciones. Pero siguió interesándome porque veía enormes posibilidades de dar clase de filosofía de otra manera. Luego vino la casualidad; vi que había una convocatoria de becas del Comité Conjunto Hispano Americano y se me ocurrió pedir una. Me la dierony eso me permitió estar el curso 1986-87 en Montclair State Collage (ahora University) sede el IAPC. Al volver impartí un curso y ese fue el inicio de la aventura. No sé por qué se apuntaron las demás, pero supongo que por motivos similares a los que yo me apunté. Desde 1988 hasta 1993 Ann Sharp vino todos los años, gratuitamente, a dar un curso de formación del profesorado y en ese curso se gestó la formación de quienes luego nos hemos volcado en la difusión del programa. Los primeros años, como yo era presidente de la SEPFI nos mantuvimos como sección, pero luego en 1992 nos separamos porque suponíamos una propuesta muy específica que no contaba con la simpatía de todo el mundo.
Supongo que fui yo porque estaba en el lugar adecuado, en el momento preciso con las inquietudes indicadas.

P.- A mi entender Lipman plantea en La filosofía en el aula (1998) no una forma nueva de enseñar filosofía sino otro modo de “enseñar”; una enseñanza apoyada en los significados, no en los contenidos, a la que llega después de hacer una reflexión sobre la pérdida de interés que los alumnos sienten a partir del tercer curso de la enseñanza elemental. ¿De qué modo quienes han contribuido ala FpN en España han concretado esa forma diferente de enseñar que Lipman formula más allá de la propia filosofía? ¿Qué líneas de trabajo seguisteis los pioneros? ¿En qué campos trabajasteis? ¿Hacia donde dirigisteis vuestros primeros afanes?

R.- Es cierto que parte de tesis que defienden un modelo completamente distinto de educación. Es el modelo que ha estado presente desde principios de la extensión obligatoria, con muy buenos representantes, entre los que quiero destacar a Dewey. Sin embargo, no es el modelo predominante en la educación realmente existente. Por eso, muchos de nosotros hemos elaborado reflexiones sobre la educación en general en consonancia con esa propuesta. Eso sí, nos hemos centrado en la filosofía, que se ofrece como nueva disciplina que debiera ocupar un lugar central. Siempre he pensado que el mismo planteamiento se podría hacer efectivo en otras áreas de conocimiento, y en parte así ocurre, y que sería bueno colaborar con esosenfoques similares, pero la verdad es que nunca he tenido tiempo para dedicarme a ello.

Los “pioneros” nos dedicamos sobre todo a dos tareas: formar profesorado y formadores del profesorado y traducir los materiales del currículo de Lipman. Nuestro objetivo inicial fue el profesorado de secundaria y el de los últimos cursos de E.G.B. Después hemos ido haciendo más cosas: investigación teórica, investigación empírica sobre la aplicación del programa, adaptación de materiales y creación de otros nuevos… Y hemos procurado dirigirnos a un espectro más amplio de profesorado, incluso de otro tipo de trabajadores de la enseñanza, con interesantes experiencias en cárceles y en educación de adolescentes en situación de riesgo. Hemos hecho casi todo lo que se puede y se debe hacer. Contamos al principio con apoyo del ministerio, pero con una fuerte resistencia, que todavía se mantiene, entre nuestros compañeros de filosofía de secundaria. En estos momentos se ha incrementado la presencia en infantil y primaria, mientras que el profesorado de secundaria está menos motivado para este tipo de enfoques.
P.- Quizás sea una percepción errónea pero parece como si dentro de la estructura del sistema escolar la FpN tropezara con inercias que le impiden avanzar que la desplazan a los márgenes del sistema, las etapas menos comprometidas por contenidos disciplinares o las experiencias educativas alternativas al propio sistema. Entiendo que debería hacer esta pregunta a quienes rechazan el modelo que plantea el programa de FpN pero puesto que te habrás encontrado con sus argumentos a menudo. ¿Cuáles son las razones que esgrimen quienes se oponen a la propuesta de FpN?

R.- En asuntos como estos hay causalidades múltiples, por lo que no debemos simplificar. No obstante, yo diría que lo fundamental es la inercia; la gente hace lo que se ha hecho toda la vida y lo que han visto hacer. Por otra parte, en un primer momento, cambiar a estos modelos de enseñanza supone asumir ciertos riesgos y trabajar más, aunque a medio y largo plazo compensa ampliamente. Por último, señalaría el hecho de que el modelo estándar, basado en profesor, libro de texto y retención significativa de conocimientos, es un modelo muy cómodo para dar clases a grupos numerosos con escaso esfuerzo por parte del profesorado y bastante por parte del alumnado. Pero quizá debiéramos ir más allá. La oposición entre modelos bancarios y concientizadores de educación (utilizando la terminología de Freire) es una oposición tan antigua como la enseñanza. Y siguiendo a Freire, o un buen amigo de Estados Unidos, Richard Brossio, son planteamientos en gran parte opuestos, por no decir contradictorios que responden a objetivos distintos. La educación no deja de ser una tarea política y siempre se educa contra alguien o algo y a favor de alguien o algo. Luego, los que se oponen añaden algunas justificaciones, pero están más cercanas a las excusas; muy típico, por ejemplo, es que con estos enfoques los niños se pierden en tareas y nunca aprenden nada sólido.

P.- Parece evidente que el modelo de educación de FpN propone una opción ideológica muy clara,un modelo de persona reflexiva, crítica y consciente articulada a través del ejercicio, en la propia práctica educativa, de los principios que se pretenden. Más allá de inercias profesionales y prácticas consolidadas, en esta tarea política que es la educación. ¿El sistema educativo y FpN reman en el mismo sentido? ¿Crees que el propósito educativo del sistema escolar y el FpN coinciden?
R.- Al menos en la declaración de principios, sí. Si lees la introducción al anteproyecto de ley de reforma educativa, verás que es perfectamente compatible con lo que se plantea desde filosofía para niños. Otra cosa es la práctica real. En este caso creo que la educación, como cualquier otra institución, desde los partidos políticos hasta las iglesias y si me apuras los equipos de fútbol, son ámbitos en los que se libran batallas entre fuerzas contrapuestas, con intereses no siempre coincidentes y a veces contradictorios. De eso te hablaba en la respuesta anterior. Y las fuerzas dominantes en la práctica van más en el sentido de concebir la escuela como un lugar de control social y socialización en los valores dominantes. Sin compartirlas del todo, están bien las reflexiones de Foucault que relacionan escuela, cárcel y hospital como las instituciones básicas de control social en las sociedades modernas ilustradas. Filosofía para Niños pertenecería a las corrientes que se empeñan en que la escuela sea sobre todo una institución volcada a la consolidación de la sociedad democrática: libre, igual y fraterna, formada por personas críticas, creativas y solidarias. E insiste en que eso se consigue en la medida en que se muestre en la práctica. En ello estamos nosotros, pero no creo que lo esté la mayoría de la comunidad educativa, que a lo sumo propone una democracia tutelada para la escuela.

P.- Parece complicado conciliar las prácticas de FpN con un sistema que avanza en un sentido contrario. ¿Qué posibilidades crees que tiene la FpN para abrirse un hueco en el sistema educativo, más allá del voluntarismo heroico o la numantina resistencia?

R.- Contamos a favor con que es eso lo que la ley dice que hay que hacer, al menos en gran parte, pues la ley también dice otras cosas, sobre todo relacionando educación y mercado de trabajo. Contamos también con la inestimable aportación del sector del mundo educativo que siempre ha optado por vías de ese tipo y que cuenta con sólidos apoyos. Si lees la revista emblemática del sector, Cuadernos de Pedagogía, verás que la línea que defienden es muy similar. Es cierto que también tenemos en contra el otro gran sector que probablemente ahora esté más fuerte. No conviene, por tanto, ser muy pesimistas al respecto, aunque siempre va a haber algunos problemas por lo que te decía en la respuesta anterior. La educación formal es un campo de batalla permanente, sin que nadie vaya a ganar la guerra probablemente nunca. Además conviene tener en cuenta que ese campo no puede ser descrito en términos maniqueos de buenos y malos; hay muchos matices intermedios y el grado de compromiso de cada persona o colegio con una línea de trabajo puede situarse más o menos cerca de uno de los dos polos mencionados.
P.- Una de las medidas que Escipión tomó contra los numantinos fue aislarlos de sus aliados. ¿Tiene la FpN en España aliados, movimientos de renovación pedagógica, de didáctica crítica o cualquier otro con el que hacer causa común por este modelo de renovación “concientizadora” del que hablabas, siguiendo la terminología de Freire?

R.- Ha habido contactos esporádicos y buenas relaciones con algunas instituciones en concreto, pero nada de forma sistemática. Por ejemplo, colaboramos en Madrid asiduamente con Acción Educativa y tenemos buenas relaciones, básicamente personales, con algún movimiento de renovación pedagógica. También hemos tenido algún contacto con O.N.Gs comprometidas en este tipo de planteamientos educativos.Nada hemos hecho con asociaciones específicas de áreas disciplinares. Supongo que sería interesante hacer algo más sistemático al respecto y tu pregunta me ha desvelado unas carencias que pueden ser resueltas. Como siempre hará falta alguien que le dedique un tiempo a conseguirlo.

P.- Desde que FpN llegó a España distintas personas y grupos vinculados al programa han desarrollado materiales para infantil, primaria y secundaria, ampliando y adaptando diferentes aspectos del programa de Lipman a las realidades y a las necesidades educativas de nuestro país. En este plano “práctico” de desarrollo de actividades y contando con los materiales que se han ido aportando. ¿Podría trabajarse desde infantil a primaria con un programa de FpN adaptado a las obligaciones marcadas por los decretos que ordenan el currículo en nuestro sistema educativo? ¿Se ha hecho algo en este sentido?¿Qué es lo que ha tu juicio quedaría por hacer?

R.- No creo que se haya hecho nada adaptándose exactamente al currículo, pero por otra parte no creo que haga falta. Hay buenos materiales y es tarea discrecional del profesorado emplearlos en el momento que considere oportuno. Elaborar un currículo completo y alternativo al de Lipman es una tarea desmesurada y de hecho, que yo sepa, no lo ha hecho nadie en el mundo excepto él. Cuando alguien tenga capacidad, supongo que lo intentará. La idea de una secuencia de libros, con una dificultad progresiva adaptada a los niveles de desarrollo tiene enorme valor pedagógico, pero ya te digo que no es nada sencilla. No me preocupa porque con lo que hay es suficiente y se puede enriquecer cada nivel con los numerosos materiales complementarios. Por otro lado, si te adaptas mucho al currículo oficial, dado lo que está ocurriendo en este país, es bastante probable al poco de terminar el trabajo se haya quedado obsoleto. El seminario de Móstoles ha tardado varios años en hacer una buena novela con su manual para el profesorado que se ajusta perfectamente a la ética de 4º de la E.S.O., pero según mis noticias esta asignatura tiene los días contados.
Lo que queda por hacer desde mi punto de vista es aplicar el programa en su totalidad, en un mismo colegio, algo que está intentando en gran parte el Colegio Europeo y algún otro colegio de España (Cataluña). Y luego realizar investigación empírica para ver cómo funciona y lo que aporta, introduciendo correcciones. Por último haría falta incorporar las ideas básicas del programa a todas las disciplinas, bien sea incluyendo en todas ellas el momento de la reflexión filosófica, lo que les hace falta, bien sea elaborando sus propios planteamientos didácticos en consonancia con lo que nosotros decimos. Hay alguna experiencia suelta en ese sentido, pero no es mucho. Es una tarea para la que habría que invitar a otras personas.

P.- ¿En un sistema escolar tan reglamentado como el nuestro, no corre el riesgo FpN de quedar marginada como unamera “experiencia” si se aleja de las obligaciones curriculares?

R.- La marginación no procede de que sea una experiencia sino del hecho de que no se generalicen modelos de trabajo como este. En el último editorial de Cuadernos de Pedagogía establece un fuerte vínculo de causalidad entre la escasa renovación pedagógica acometida por el profesorado y los malos resultados obtenidos en el informe PISA. Ese es el problema y no otro. Lo que propone FpN no es ni más ni menos que lo que se viene proponiendo como objetivos básicos del sistema educativo desde hace ya muchos años, o desde siempre si nos fijamos en lo que planteaban en su momento los movimientos de renovación pedagógica, como los auspiciados por Montesori, Freinet, Dewey y muchos otros. Lo que resulta digno de reflexión es que, siendo este tipo de trabajo el que se propone desde los objetivos curriculares, no se esté llevando más a la práctica y siga marginado.

P.- ¿Consideras que una de las razones para el recelo con el que parte del profesorado ve el programa de FpNprocede de las dificultades para adaptarlo al marco curricular?

R.- No. Creo que se trata más bien de hábitos muy arraigados e inercias difíciles de cambiar. La gente ha aprendido a hacer una cosa y no está por la labor de modificar profundamente lo que hace, y FpN sí supone una profunda modificación en la manera de entender la enseñanza, los niños, el papel del profesorado y la filosofía. Desde hace mucho tiempo se ha constatado la dificultad de implantar las reformas educativas si no se consigue cambiar la cultura del profesorado. Y en este campo hay mucho que hacer.
P.- Abusando de tu memoria y tu conocimiento sobre la evolución del programa en nuestro país ¿Qué equipos se han formado en España para el desarrollo de FpN, cuantos siguen trabajando y qué línea de trabajo tienen?

R.- No tengo un conocimiento muy amplio sobre el tema. En sentido estricto, equipos de trabajo están: el seminario de Móstoles, que mantiene una relación algo distante con el resto pero que trabaja bien; el grupo de investigación que mantengo yo, con Roberto Colom y yo mismo como personas estables y la incorporación de otras personas dependiendo de lo que tengamos que hacer; el grupo que ahora se ha hecho cargo de la revista; el I.R.E.F. en Cataluña tiene también un grupo de trabajo estable. Poco más; hay una actividad estable también en Asturias, Galicia y Valencia, pero no tanto en grupos de trabajo cuanto en coordinación en las tareas de formación. No es mucho, sobre todo para un programa que insiste en la necesidad de un trabajo cooperativo. Pero es lo que hay.

P.- El programa de FpN se trabaja en el resto del mundo. ¿De qué modo y en qué sentidos se aplica el programa de Lipman fuera de nuestras fronteras?

R.- Sería difícil enumerar todas las prácticas de las que tengo información. Creo que se hace más o menos lo mismo que aquí, esto es, se aplica en diversos niveles, se forma al profesorado, se crean materiales nuevos, se busca mantener una coordinación… Hay países en los quese percibe un grado mayor de implicación en el sentido de la existencia de una red semiorganizada u organizada de personas que comparten el proyecto, mientras que en otros países parece que no pasa de ser el trabajo de una persona concreta en un campo limitado. En general, diría que en estos momentos goza de buena salud, sobre todo en algunos países. Por ejemplo, me ha llamado la atención el fuerte crecimiento en el Reino Unido, antes muy reacio, en Noruega y Finlandia, en Italia y la aparición de propuestas muy sugerentes en Francia. Donde no hay nada de nada, al menos que yo sepa, es en países musulmanes, a no ser Singapur. El programa está bien implantado en varios países de América central y del sur, así como en elnorte. Y también es sólida la difusión en Australia, China, Taiwan y Corea del Sur. De todos modos, no es nada fácil tener un mapa completo de lo que está ocurriendo.
Espero que en el próximo congreso internacional el próximo mes de julio en México pueda hacerme una idea más actualizada y más completa.
P.- ¿Tropieza coninercias parecidas a las que aquí padecemos?

R.- No puedo contestar porque carezco de datos, pero me imagino, por comentarios marginales, que pasa algo parecido. De todos modos la aceptación o rechazo obedece también a tendencias que cambian con el tiempo. En el caso de España, la aceptación fue bastante buena al comienzo, porque coincidimos con al reforma. Ahora ha bajado el interés, aunque se mantiene bueno en infantil y en algunas comunidades. También depende de la organización interna del programa. En el Reino Unido, por ejemplo, han crecido mucho cuando fueron capaces de dotarse de una estructura estable que mantenía informada a la gente, organizaba cursos y publicaba materiales.

P.- ¿Cómo definirías la situación de la FpN en este momento y en qué sentido esperas que el programa avance en los próximos años en nuestro país.?

R.- Pienso que estamos en un momento de transición. Hemos mantenido hasta ahora un modelo que ha funcionado bien, pero parece que ha tocado techo. Supongo que es llegada la hora de que demos aires nuevos a un proyecto que sigue siendo muy valioso y con capacidad de dar respuesta a los retos que tiene plantada la educación en estos momentos.

P.- ¿Quieres añadir algo más?

R.- Poco tengo que decir excepto subrayar lo que he dicho en mi última respuesta. En términos orteguianos casi ha pasado una generación desde que empezamos el programa, esto es, 20 años. Quiere decir que es llegado el momento del relevo y de provocar una renovación del programa sin modificar las ideas fuerza que siguen siendo válidas. Eso sí, creo que la situación actual es quizá algo menos favorable. La nueva LOE no rezuma renovación pedagógica, como si ocurría en los años ochenta, sino más bien conformismo con la inercia pedagógica dominante. Ojalá me equivoque, sobre todo porque creo también que sigue habiendo en todo el mundo, incluido España, una exigencia de una educación crítica y concientizadora, y esa es nuestra gran aportación.



Muchas Gracias. 

Entrevista a Félix García Moriyón


La filosofía para niños como proyecto
Entrevista a Félix García Moriyón

¿Qué noción específica de proyecto subyace a FpN?

El concepto de proyecto es muy amplio y puede ser entendido de diversas maneras. En la medida en que lo aplicamos a FpN aludimos al hecho de que es algo más que un método pedagógico o una forma de aplicar la filosofía en la escuela, incluso es más que un programa de enriquecimiento cognitivo. El proyecto de Filosofía para Niños implica varias dimensiones o aspectos: a) es efectivamente un programa de enriquecimiento cognitivo; b) incluye además una atención específica a otras dimensiones de la personalidad, como la creatividad o la moralidad; c) se basa fundamentalmente en la tradición de la filosofía occidental, aunque está abierto a aportaciones de otras tradiciones; d) pone el énfasis en la metacognición, la reflexión sobre el propio pensamiento, y desarrolla su aplicación en el seno de una comunidad de investigación, que es también objetivo del programa; e) se plantea como una intervención de larga duración, considerando que debe estar presente al menos en todo el período de educación formal obligatoria, sin excluir su aplicación posterior y su uso en ámbito distintos al de la educación formal; y f) es un programa que trasciende el marco escolar en la medida en que se compromete firmemente con la difusión de los valores y actitudes necesarios para la construcción de sociedades democráticas.

¿Podemos entenderlo como un proyecto educativo o pedagógico?

Por lo dicho en la respuesta anterior, está claro que es también un proyecto educativo, aunque no puede reducirse a eso a no ser que entendamos lo educativo en el sentido más amplio, del mismo modo en que se entendía la educación en el mundo de la Grecia clásica. En ese sentido, la paideia es una propuesta global que lleva implícita una concepción del ser humano y de la sociedad.

¿No es reductor entenderlo como proyecto pedagógico?

Queda contestada en la respuesta anterior. Ahora bien, habitualmente el sentido de la palabra “pedagógico” en la actual reflexión académica es más bien reductor, delimitando un campo muy preciso de aplicación, fundamentalmente el que se refiere a la educación formal. Por eso conviene siempre, en el caso de FpN, insistir en que desborda el marco habitual de lo pedagógico, sin renunciar a ello.

En cuanto proyecto pedagógico, ¿cómo se puede hacer operativo pedagógicamente? ¿Qué método, qué currículo? ¿Qué especie de razón práctica anima y edifica el proyecto pedagógico?

Una de las claves de la difusión internacional del proyecto de FpN ha sido precisamente el hecho de que contaba con unos materiales que permitían llevar a la práctica lo que la teoría proponía. Los creadores del programa presentaron unas narraciones acompañadas de unos manuales de trabajo para el profesorado, en los que se ofrecían miles de actividades y orientaciones para aplicarlo en las aulas. Además ofrecía un currículo, con materiales adecuados para las sucesivas edades, de tal modo que era posible utilizarlo en todos los niveles educativos desde infantil hasta el final de la ecuación secundaria. El currículo se articulaba de forma coherente y progresiva, teniendo en cuenta el previsible desarrollo de los niños y adolescentes. Para completar la propuesta, el proyecto se preocupó también desde el primer momento por la formación del profesorado y diseñó unos cursos de formación perfectamente coherentes con el modelo, coherencia que favoreció notablemente la aceptación por el profesorado de un modelo de trabajo tan innovador.

Un hilo conductor de todo el diseño curricular fue garantizar que el profesorado se apropiaba personal y creativamente de la propuesta. Esto es, los materiales de apoyo se ofrecen como un andamiaje provisional sobre el que edificar la propia capacidad pedagógica del profesorado que, a partir de esos inicios, es invitado a desarrollar de forma crítica y creativa

¿Cuál es el perfil del actor/es en cuanto autor/es de su propio proyecto?

No está muy claro el sentido de la pregunta y en cierto sentido su misma formulación indica cuál es la posible respuesta. El proyecto tiene como sujetos (actores y autores) de su aplicación tanto al profesorado como al alumnado. El primero pasa a ser el facilitador del diálogo filosófico en el que se va constituyendo la comunidad de investigación que se propone como camino y meta de la aplicación educativa de la filosofía. Los segundos son los auténticos protagonistas de la aplicación: es cuestión primordial en el proyecto convertir el aula en una comunidad de investigación en la que nadie educa a nadie sino que las personas se educan en comunidad. Todos los miembros de esta comunidad se implican en un diálogo riguroso que tiene como objetivo la búsqueda de la verdad, en el que las personas defienden con argumentos sus propias posiciones y están atentos a los puntos de vista de los demás. Se embarcan de ese modo en un proceso abierto en el que las propias ideas se modifican, se refuerzan, se matizan o aclaran. Este tipo de tarea es la que define a los que deben ser verdaderos sujetos de su educación, si bien se podrían enumerar un amplio conjunto de rasgos de personalidad que definen el perfil de las personas implicadas en la comunidad de investigación. Esos rasgos, por otra parte, no se plantean como prerrequisitos de la aplicación, sino como condiciones y metas de la misma.

¿De qué manera promueve este proyecto la creatividad y la iniciativa desde el punto de vista educativo, mediante el ejercicio de la autonomía y la libertad que apoya de manera fundamental a sus autores?

En la pregunta está ya la respuesta. El proyecto ofrece al profesorado un marco de trabajo, con unos materiales de apoyo, pero insiste encarecidamente en la necesidad de que apliquen el programa con autonomía y libertad, siendo muy sensibles al contexto específico en el que lo aplican, en especial al propio alumnado que se convierte en sujeto preferente de la aplicación. Por lo que se refiere al alumnado, el programa de FpN se dedica a estimular su capacidad de pensar de forma crítica y creativa y de pensar por sí mismos, en un diálogo cooperativo con sus compañeros en el aula. Se trata, por tanto, de darles la voz, de que expresen sus propias ideas y de que desarrollen las destrezas cognitivas y afectivas gracias a las cuales van a poder pensar por sí mismos.

¿No subyace igualmente en el programa de FpN un proyecto antropológico y una visión de la sociedad?

Se pueden señalar con cierta facilidad las fuentes filosóficas en las que los creadores del programa se ha inspirado para elaborar sus materiales y fundamentar su propuesta: pragmatismo americano, con Dewey, Peirce y Mead como figuras relevantes; filosofía del lenguaje cotidiano de Wittgenstein; hermenéutica, con Ricoeur y más indirectamente Buber; y en general la tradición filosófica occidental. No obstante, el programa se presenta como algo abierto incorporando un rasgos muy propios de esa tradición filosófica a la que apela: todo, incluidos los fundamentos del programa, está abierto a una discusión racional en la que se revise la solidez argumentativa de los propios supuestos.

Por otra parte, el programa defiende, y quiere promover, una persona dotada de los valores cívicos democráticos, con insistencia en la autonomía del pensamiento, la capacidad de crítica, la discusión abierta y cooperativa de los problemas, el cuidado por los demás y por la sociedad a la que se pertenece… Su compromiso, por tanto, alcanza la consolidación de sociedades realmente democráticas, esto es, sociedades en las que la libertad, la igualdad y la solidaridad sean tomadas en serio.

¿Qué intencionalidad conforma el programa?

Se deduce fácilmente de lo expuesto anteriormente: hacer posibles que los niños desarrollen la capacidad de pensar por sí mismos, de forma crítica y creativa en el marco de una comunidad de investigación.

¿De qué modo esa perspectiva está presente en el aula?¿Se puede hacer operativa en el aula?

Esta pregunta está también contestada en las anteriores. El tipo de discusión, las actividades propuestas como eje vertebrador del aprendizaje en el aula, el papel del profesorado y del alumnado…, están todos pensados para producir los efectos buscados.

¿Qué mecanismos conceptuales trabajados en el aula por el programa de FpN tienen un impacto a largo plazo en los niños?

Que yo sepa, no existe por el momento ninguna evidencia de que el programa tenga un impacto a largo plazo, aunque los estudios realizados con intervenciones de uno o dos años muestran, en general, un impacto positivo en el desarrollo de las destrezas cognitivas y en algunas dimensiones afectivas, como la cooperación o la empatía.

¿Qué tiene de específico la FpN que se manifieste como más valioso para la vida de los niños?

De todo lo anterior se deducen algunos rasgos valiosos para un pleno desarrollo de los niños. En todo caso, si debiéramos centrarnos en algo especial, me gustaría decir que el programa se toma en serio a los niños, acepta sus preguntas y sus respuestas y les ayuda a explorarlas sin imponerles ninguna solución previamente establecida por los adultos. Trata a los niños como personas de pleno derecho.

¿Qué puntos de contacto existen entre la FpN, la psicología evolutiva y la sociología?

Respecto a la psicología evolutiva, el programa FpN se distancia de una visión rígida de los planteamientos piagetianos, sobre todo porque considera que no existe una diferencia de clase entre el razonamiento infantil y el adulto. Estaría más próxima a las corrientes que contemplan el desarrollo psicológico de las personas a lo largo de todo el ciclo vital, desde el nacimiento hasta la edad adulta. En todo caso, el currículo está diseñado teniendo en cuenta el enriquecimiento progresivo de los niños en su capacidad de reflexionar sobre sus propias convicciones. Por eso el programa se sitúa más próximo a planteamientos constructivistas como los de Guy Claxton.

Con la sociología son menores las relaciones. Desde luego son mayores con la psicología social, uno de cuyos fundadores es precisamente Mead en cuya concepción de la persona en relación con el contexto social se encuentra uno de las fuentes de inspiración del programa. 

lunes, 28 de enero de 2013

Una clase de tutoría


José Ramirez.
La maestra lo había visto todo. Los llamó a los dos y se los llevó para dentro y allí seguramente les riñó. Luego, al entrar en la clase, dijo que sacáramos el cuaderno. Y dijo que escribiéramos la fecha y como título "Clase de Tutoría".
Estábamos acalorados. Esto era nuevo. Nunca habíamos tenido clase de tutoría. Algunas veces nos hablada de algunos temas y decía que eso nos lo decía como tutora.
Se quedó mirando a la clase y todos nos quedamos en silencio esperando a ver qué era eso de Clase de Tutoría.
Ella dijo:
-Manolo, cuenta lo que ha pasado.
-Que unos niños se estaban riendo de  otro y que esté se enfadó y entonces se engancharon en una pelea -Manolo lo contó sin dar nombres.
-¿Nada más? Loli, ¿tú viste algo más?
-Sí. Yo no era de la pelea pero estaba por allí cerca. Vi que no era uno solo. Estaban riéndose de él muchos. Pero cuando ya se pasaron, él la pagó con uno solo.
-¿Y qué más, Cintia?
-Que también había niñas. Que no eran niños solos.
-Y cuando empezó la pelea, ¿los demás qué hicieron, Luis?
-Los demás los animábamos a pelearse. Yo también. ¿Por qué voy a negarlo? Fuimos todos los que estábamos allí.
-Y lo que hice yo ¿es todo lo que tengo que hacer o falta algo, Sonia?
-Usted, seño, se los llevó a los dos y les habrá reñido. Eso creo yo. Pero a los que se reían primero y a los que luego animaban a la pelea no les ha dicho nada todavía. Yo creo que a lo mejor nos riñe ahora a todo la clase.
-No,  no voy a reñir. Este asunto, por esta vez, lo vamos a resolver entre todos de otro modo. A ver, debajo de "Clase de Tutoría" escribid "Mi pregunta:" y vais a intentar cada uno escribir una pregunta sobre este tema que sea tan interesante que los demás quieran responderla pero no puedan. Habrá entonces que discutirla. Con las preguntas de todos y con las respuestas de todos a ver si se resuelve este asunto sin que yo tenga que reñir. Pensadla bien primero y luego escribid. Pero antes vamos a juntar todas las mesas en el centro de la clase y luego nos sentamos todos alrededor formando un corro. Sin hacer ruido. Para vernos las caras mientras hablamos.
Lo hicimos y nos pusimos a pensar y a escribir en el cuaderno. Luego Silvia levantó la mano y dijo:
-Señorita, yo ya la tengo.
-Bien -dijo la seño-, vete a la pizarra, escribe el número 1, detrás tu pregunta y luego tu nombre. Cuando cada uno termine su pregunta hace lo mismo que Silvia poniéndole el número que corresponda a la pregunta, el 2, el 3, etc.
Cuando tuvimos todas las preguntas en la pizarra, la seño miró a Jorge que había sido el ofendido y le pidió que dijera qué pregunta le gustaba más para empezar por esa. Jorge dijo que la número 7, la de Rafa, su contrincante, que decía "¿Quién tuvo la culpa?"
A la seño le brillaron los ojos. Le notamos eso que se le nota a veces cuando las cosas salen bien y está satisfecha.
-Y, según tú, Jorge, ¿quién tuvo la culpa? –dijo.
-Yo, desde luego, no. Yo estaba comiéndome mi bocadillo y hablando con mi primo cuando empezaron a meterse conmigo.
-Rafa, y tú que has hecho la pregunta, ¿quién piensas que tuvo la culpa?
-La tuvimos todos, señorita. Lo que pasa es que él se enfadó y lo pagó conmigo.
-Y los demás ¿qué tenéis que decir?
Comenzaron varios niños y niñas a hablar a la vez y no se entendía nada. La señorita nos llamó al orden. Cuando todos se habían callado ella dijo casi en voz baja:
-No podemos hablar todos a la vez cuando estamos muchos. Si queréis que esto salga bien y no tenga que reñir tenéis que acostumbraros a hablar por turnos. Sal, Tony, a la pizarra y ve anotando a los que levanten la mano. En ese orden se irá luego hablando. No permitiré que nadie interrumpa ni hable sin que yo le haya dado la palabra. Venga, el que quiera hablar, que levante la mano y Tony irá anotando.
Estuvimos hablando así un buen rato hasta que la seño preguntó que por qué no pasábamos a la pregunta de Silvia. Era ésta: ¿Podemos reírnos de los demás?
También estuvimos hablando un rato sobre esto hasta que Loli dijo que por qué no hacíamos una regla y todos nos comprometíamos a cumplirla.
-Bien –dijo la seño-. Haremos un reglamento del comportamiento que debemos tener todos. La primera norma será esa. A ver Loli, dila tú. Luego miraremos en el Reglamento del Centro para ver si contradice o si se parece a alguna norma que haya allí.
-No debemos reírnos de lo demás.
-Bien –dijo otra vez la seño-. ¿Qué mas cosas no debemos hacer a los demás?
-Nada que les moleste, ni pegarle, ni reírse, ni robarle cosas, ni ponerles zancadillas, ni tratarlos mal... –dijo Luis después de que Tony le diera la palabra.
-Entonces –preguntó la seño-, tenemos que hacer una norma con muchos verbos o bien encontrar una palabra que las englobe a todas. A ver qué se os ocurre para no tener que decir tantas cosas que entran en la norma.
-Podíamos decir que la primera norma de la clase es no molestar a nadie. Con 'no molestar' está dicho todo.
-Bueno, habéis conseguido que no tenga que reñir. Habéis descubierto pensando vosotros solos cómo debemos portarnos en un caso como la pelea de hoy. Ahora habrá que cumplir esa norma porque, si no le hacemos caso a las normas que nos ponemos nosotros mismos, de nada sirven. Hoy hemos pensado sobre cómo debemos tratar a los demás. Otro día vamos a tratar de descubrir cómo debemos portarnos con nosotros mismos. He oído decir por ahí alguna vez que a los demás hay que respetarlos, que no se les debe molestar pero "yo", dicen algunos, "con mi cuerpo puedo hacer lo que quiera". Sobre eso vamos a pensar, sobre cómo debo portarme conmigo misma, cada uno de vosotros consigo mismo. Eso va a ser más difícil. A ver si lográis inventar la segunda norma.
Ahora vais a escribir en diez líneas aproximadamente un diario de lo que ha pasado en la clase.
Iba yo por la línea 7 cuando sonó la sirena para salir. El tiempo se me había pasado volando.
La seño nos mandó recoger y advirtió que los que no hubieran terminado el diario, que lo terminaran en casa.
Esta clase me había gustado. La clase de tutoría mola.
-Seño –dije-. ¿Cuándo toca otra clase como ésta.
-Pronto, pronto. De vez en cuando tendremos una clase larga como hoy pero ratitos de diez o quince minutos podremos dedicar casi todos los días. Por ejemplo, mañana, aprovechando la clase de Conocimiento del Medio, vamos a tratar de la misma manera que hoy cómo mejorar nuestra alimentación para que sea más sana. Otro día trataremos sobre cómo debemos tratarnos hombres y mujeres, chicas y chicos.
-Sí, pero si tenemos que hacer las preguntas, escribirlas y luego responderlas tardaremos más de un cuarto de hora.
-No, porque yo traeré un Plan de Discusión, unas preguntas preparadas. Mira. Aquí  tengo un Plan de Discusión. Llévate esta fotocopia y lo vas viendo.
-Se lo tengo que devolver?
-No. Lo tengo en el ordenador.
Los demás ya habían salido. La seño se alejó y yo me fui para casa.
Cuando llegué me puse a leer el plan de discusión que había guardado en la mochila:
PLAN DE DISCUSIÓN
1.      ¿Conoces a alguna persona de otra raza o país? ¿Cómo lo tratas?
2.      ¿Cómo tratas a las chicas (si eres un chico)?
3.      ¿Cómo tratas a los chicos (si eres una chica)?
4.      ¿Hay alguien más importante, con más derechos, con más dignidad que tú?
5.      ¿Tienes tú más dignidad, más derechos que los demás?
6.      ¿Qué pasa en nuestra sociedad entre los gitanos y los que no lo son? ¿Cómo deben solucionarse los problemas entre estos grupos?
7.      ¿En qué consisten las diferencias entre las personas?
8.      ¿Qué diferencias no deben aceptarse?
9.      Inventa una pregunta interesante para discutir, escríbela en la pizarra y establece un diálogo respetuoso con tus compañeros/as sobre tu pregunta y las de los demás.
De pronto, me da el avenate de hacer yo un Plan de Discusión sobre la alimentación para mañana por si a la seño se le olvida el suyo. Tiene tantas cosas en la cabeza...
PLAN DE DISCUSIÓN
1.      ¿Qué debemos comer?
2.      ¿Qué alimentos son muy sanos?
3.      ¿Qué alimentos sólo debemos comerlos de cuando en cuando?
4.      ¿Una persona que nunca come fruta ni verduras tiene una alimentación sana?
5.      Y si se comen muchos dulces, ¿qué sucede?
6.      ¿Sabes lo que son las grasas? ¿Son buenas? ¿Cuánto se debe comer?
7.      ¿Qué sabes de la leche? ¿Cuánta debes tomar?
8.      ¿Qué alimentos o bebidas son nocivas para la salud?
Algunas veces habíamos hecho ejercicios parecidos en nuestro cuaderno pero sin hablar y sin ponernos en corro. No se habla bien con una persona si le ves el cogote en vez de la cara 

El descubrimiento del otro. Una reflexión filosófica sobre la traducción y la interpretación.


Juan  Carlos  Lago  Bornstein

Descubrir  al  otro  supone  poder  comunicarse  con  él,  poder  encontrarnos  y  entablar  una  relación,  de  resultas  de  la  cual  nos  conocemos  y  nos  descubrimos.  Pero  para  ello,  debemos  poder  comunicar  y  dar  sentido  al  encuentro.  De  ahí  que,  en  el  presente  artículo,  partiendo  del  concepto  de  habilidades  (skills)  de  traducción  de  Lipman[1]  y  conectándolo  con  posiciones  referentes  al  lenguaje  deudoras  del  giro  lingüístico  (linguistic  turn)  de  Wittgenstein  y  de  la  hermenéutica  gadameriana,  defenderé  el  papel  relevante  que  tiene  la  traducción  como  herramienta  básica  no  sólo  en  la  comunicación  dialógica,  sino  también  y  fundamentalmente,  en  todo  proceso  de  pensamiento  y  expresión  de  sentimientos  necesarios  para  darse  ese  descubrimiento  del  otro.  La  traducción,  por  tanto,  está  a  la  base  de  cualquier  proceso  de  comunicación  y  expresión,  ya  sea  de  uno  con  los  demás  como  de  uno  consigo  mismo  y  sin  ella,  no  podríamos  tomar  conciencia  ni  de  nuestros  pensamientos  ni  de  nuestros  sentimientos  ni  hacerlos  comprensibles. 
Comenzaré  señalando  que  empleo  el  concepto  de  habilidad  de  traducción  en  un  sentido  amplio  o  general:  se  trataría  de  la  destreza  de  expresar  o  decir  algo  que  esta  expresado  o  dicho  de  una  manera  concreta  en  otra  distinta.  Se  trata  de  cambiar  o  trasladar  un  contenido,  sea  este  conceptual,  emotivo,  afectivo,  imaginativo,  mágico,  etc.,  que  esta  condensado  en  un  medio,  vehículo  o  forma  concreta  y  expresarlo,  de  la  manera  más  fiel  o  respetuosa  a  su  sentido  original[1],  a  través  de  un  medio,  vehículo  o  forma  distinta.  Por  lo  tanto,  al  hablar  de  traducción  no  me  limitaré  al  sentido  lingüístico-literario,  como  traslación  de  un  texto  o  mensaje  desde  un  idioma  a  otro,  sino  que  se  trata  de  una  comprensión  global,  como  toda  traslación  de  sentido.  Así,  creo  que  la  manera  de  plantear  la  traducción  que  desarrolla  George  Steiner  en  su  obra  Después  de  Babel,  resume  plenamente  el  significado  que  para  mi  ésta  tiene.  Así  afirma  que  “la  traducción  está  implicada  formal  y  pragmáticamente  en  cada  acto  de  comunicación,  en  la  emisión  y  en  la  recepción  de  todas  y  cada  una  de  las  modalidades  del  significado,  ya  sea  en  el  sentido  semiótico  más  amplio  o  en  los  intercambios  verbales  más  específicos.  Entender  es  descifrar.  Atender  al  significado  es  traducir.”[1]
La  habilidad  de  traducción  y  la  habilidad  de  interpretación  suponen  la  capacidad  tanto  para  entender  al  otro  como  para  entenderse  a  uno  mismo,  para  traducir  las  ideas,  opiniones  y  experiencias  de  los  demás  a  nuestra  propia  vida  y  experiencia.  Pero  también  supone  la  capacidad  de  expresarnos,  no  sólo  a  los  demás  sino  a  nosotros  mismos,  de  poder  condensar  nuestras  ideas,  sentimientos,  emociones,  etc.,  en  un  sistema  ordenado  o  en  una  concepción  concreta,  de  darle  forma  y  de  materializarlo  en  algún  tipo  de  lenguaje,  ya  sea  a  través  de  palabras,  imágenes,  gestos,  sonidos,  etc.  Si  no  somos  capaces  de  traducir  o  trasladar  sentidos  y  significados  de  un  soporte  a  otro,  no  se  podrá  expresar  las  propias  ideas  y  sentimientos  ni  tampoco  se  podrá  comprender  las  ideas  y  sentimientos  de  los  demás,  no  se  podrá  dar  la  comunicación  con  los  demás.  Así  pues,  como  intentaré  mostrar  en  este  trabajo,  cultivando  las  habilidades  de  traducción  podremos  entender  mejor  tanto  lo  que  los  demás  nos  dicen  como  nuestra  propia  experiencia  o  nuestras  propias  ideas  y  poder  así,  también,  enriquecernos  al  tener  más  posibilidades  y  medios  de  expresión  y  comunicación.
Hacia  una  clarificación  de  la  noción  de  traducción
Partiré  de  varias  definiciones  del  concepto  de  traducción,  definiciones  que  permitirán  entresacar  los  elementos  claves,  los  puntos  determinantes  que  creo  que  hay  que  tener  en  cuenta  para  poder  plantear  en  toda  su  complejidad  ésta  noción:
Para  Ch.  Taber  y  Eugene  A.  Nida  “la  traducción  consiste  en  reproducir  en  la  lengua  receptora  [llamada  también  lengua  terminal]  el  mensaje  de  la  lengua  fuente  [o  lengua  original]  por  medio  del  equivalente  más  próximo  y  más  natural,  primero  en  lo  que  se  refiere  al  sentido,  y  luego  en  lo  que  atañe  al  estilo’)”[1]
Por  otro  lado,  según  Jean  Dubois:  “Traducir  es  enunciar  en  otra  lengua  [o  lengua  meta]  lo  que  ha  sido  enunciado  en  una  lengua  fuente  [o  lengua  original]  conservando  las  equivalencias  semánticas  y  estilísticas.”[1] 
Y,  desde  una  perspectiva  más  general,  Miguel  Beltrán  Villalva  considera  que  “con  frecuencia  la  traducción  ha  de  proceder  a  través  de  la  sustitución  o  cambio  de  los  elementos  lingüísticos  contenidos  en  el  texto  original:  una  transformación  semiótica  que  permite  la  identidad  expresiva  entre  el  lenguaje  fuerte  y  el  lenguaje  a  que  se  traduce;  no  se  trata  sólo  de  reemplazar  elementos  léxicos  o  gramaticales  entre  lo  textos  en  cuestión,  sino  de  sustituir  unas  expresiones  por  otras  que  puedan  desempeñar  en  la  lengua  a  que  se  traduce  una  función  equivalente.  Lo  que,  como  es  fácil  de  ver,  implica  un  serio  problema  de  interpretación.”[1]
Si  nos  fijamos  en  estas  tres  aproximaciones  a  la  noción  de  traducir  podemos  ver  algunos  elementos  comunes  que  considero  de  gran  importancia  a  la  hora  de  analizar  el  problema  de  la  comunicación  y  de  la  comprensión  y  que  me  permitirán  poner  de  manifiesto  las  cuestiones  claves  que  se  deberían  de  trabajar  a  la  hora  de  mejorar  la  destreza  de  traducción.
Comparando  estas  aproximaciones  a  la  noción  de  Traducción  tenemos,  fundamentalmente,  tres  elementos  relevantes  coincidentes:  1)  el  lenguaje,  2)  el  sentido  y  el  significado  y  3)  la  equivalencia. 
Estos  tres  elementos  nos  llevan  a  plantearnos  cuestiones  como  ¿qué  entendemos  por  lenguaje?,  ¿tipos  de  lenguaje?  ¿qué  es  el  sentido  y  el  significado?  ¿son  los  mismo  o  se  refieren  a  aspectos  distintos?  ¿dónde  está  el  sentido  o  el  significado  de  un  mensaje?  ¿en  su  contenido,  en  su  forma,  en  su  estilo  ,  etc.?.  Y  por  último,  nos  lleva  a  preguntarnos  si  la  equivalencia  es  lo  mismo  que  la  identidad  o  la  igualdad?  ¿si  podemos  hablar  de  equivalencia  de  significados  y  de  sentidos  o  no?  ¿y  dónde  se  transmite  estos  al  traducir,  en  la  forma  o  vehículo,  en  el  estilo,  etc.? 
Pretender  responder  a  todas  estas  cuestiones  es,  evidentemente,  una  tarea  imposible  de  acometer  en  un  trabajo  como  el  presente.  Sin  embargo  si  que  me  gustaría  hacer  algunas  precisiones.
La  noción  de  lenguaje
Primero,  ¿qué  entendemos  por  lenguaje?  Tomemos  la  definición  de  Sapir,  quien  dice  que  “el  lenguaje  es  un  método  exclusivamente  humano,  y  no  instintivo,  de  comunicar  ideas,  emociones  y  deseos  por  medio  de  un  sistema  de  símbolos  producidos  de  manera  deliberada.  Estos  símbolos  son  ante  todo  auditivos,  y  son  producidos  por  los  llamados  ‘órganos  del  habla’.”  [1]  Es  decir,  es  un  sistema  o  código  de  símbolos  que  sirve,  fundamentalmente,  aunque  no  exclusivamente,  para  comunicarse,  para  trasmitir  o  trasmitirse  una  serie  de  "ideas",  "conceptos",  "pensamientos",  "sentimientos"  ,  "emociones",  etc.  Quisiera  resaltar  varios  elementos  de  la  definición  de  Sapir.  Que  se  trata  de  un  sistema  o  código  “exclusivamente  humano,  y  no  instintivo”,  dejando  de  la  do  las  discusiones  acerca  de  otros  tipos  de  sistemas  de  comunicación  del  reino  animal  las  discusiones  acerca  de  los  lenguajes  animales,  y,  por  otro  lado,  que  “estos  símbolos  son  ante  todo  auditivos”,  que  yo  precisaría  el  “ante  todo”  con  un  “no  exclusivamente”.  Es  decir,  entiendo  que  el  lenguaje  no  puede  ser  reducido  ni  limitado  a  los  códigos  “lingüísticos”,  a  las  llamadas  lenguas.  Lenguaje  son  también  los  códigos  matemáticos,  los  sistemas  de  comunicación  gestual,  las  expresiones  musicales  y  pictórica,  etc.  Si  tomamos  en  cuenta  que,  como  dice  A.  S.  Diamond  "el  lenguaje  surgió  de  la  necesidad  y  el  deseo  de  comunicación  entre  los  hombres"  [1],  toda  forma  de  comunicación  que,  de  alguna  manera,  esté  codificada  o  normativizada,  es  decir,  que  tenga  reglas,  normas,  convenciones,  símbolos,  etc.,  puede  y  debe  ser  considerada  como  un  tipo  específico  de  lenguaje. 
Por  otro  lado,  no  creo  que  tenga  sentido  hablar  de  El  Lenguaje,  así,  con  letras  mayúsculas.  Ya  no  se  debe  de  hablar  de  El  Lenguaje,  sino  de  los  lenguajes.  Hay  que  buscar  la  comprensión  y  la  clarificación  del  lenguaje  teniendo  en  cuenta  su  uso  y  los  distintos  juegos  de  lenguaje.  La  consideración  del  lenguaje  como  juego  de  lenguaje  supone  entender  al  lenguaje  que  se  está  usando,  no  como  independiente  y  abstracto,  como  al  margen  de  la  realidad  vital  del  hablante  concreto,  sino  como  configurado  por  éste,  expresando  así  sus  propias  experiencias  y  vivencias,  tanto  personales  como  sociales  y  comunitarias.  Retomo  la  noción  de  juego  de  lenguaje,  tal  y  como  la  formuló  Wittgenstein,  de  manera  que  “here  the  term  ‘language-game’  is  meant  to  bring  into  prominance  the  fact  that  the  speaking  of  lenguaje  is  part  of  an  activity,  or  of  a  form  of  life.”[1]  Entender  un  lenguaje,  captar  los  significados  de  sus  expresiones  ya  no  supone  buscar  una  correspondencia  con  la  realidad  externa,  con  algo  que  está  ahí  fuera  objetivamente  dado.  Siguiendo  a  Wittgenstein  se  puede  decir  que  “for  a  large  class  of  cases  –though  not  for  all-  in  wich  we  employ  the  word  ‘meaning’  it  can  be  defined  tus:  the  meaning  of  a  word  is  its  use  in  the  lenguaje”[1]Se  trata,  por  tanto,  de  dar  significado  a  una  palabra  en  su  uso,  dentro  del  lenguaje  determinado  en  que  se  utiliza.  Decir  que  sabemos  qué  significa  una  palabra  concreta  es  lo  mismo  que  decir  qué  usos  la  caracterizan,  esto  es,  en  qué  juegos  de  lenguaje  aparece,  qué  reglas  se  siguen  para  utilizarla  correctamente  y  cómo  lo  hacemos.  El  significado  de  las  palabras  está  profundamente  ligado  a  las  formas  de  vida  de  los  hombres  y  las  mujeres  que  usan  esos  lenguajes.  El  significado  depende  tanto  del  uso  que  le  demos  en  función  a  las  circunstancias  determinadas  en  las  que  nos  encontremos  como  de  las  necesidades  vitales  y  prácticas  en  que  se  va  construyendo.  Cuando  se  aprende  un  lenguaje  se  aprehende,  por  tanto,  un  mundo  social  y,  así,  las  reglas  gramaticales  del  lenguaje  conllevan  y  van  implicadas  en  las  normas  de  la  vida  social.  En  resumen,  hablar  un  lenguaje  es  abrirse  a  una  forma  de  vida  social.
El  lenguaje,  los  diversos  lenguajes,  nacen,  viven,  se  desarrollan  y  mueren,  como  ocurre  con  toda  forma  de  vida.  Son,  por  tanto,  contingentes  e  históricos,  superando  una  consideración  unívoca  y  universal  del  lenguaje.  Desde  esta  concepción  se  da  cabida  a  la  pluralidad  de  voces  y  lenguajes  con  que  expresamos  nuestra  experiencia  y  vivencia  de  la  realidad  y  a  las  diversas  maneras  de  conocer,  relacionarnos  y  construir  nuestro  entorno,  a  nosotros  mismos  y  a  nuestra  vida.  Todo  lenguaje  es  una  metáfora  que  pone  de  manifiesto  una  concepción  determinada  de  la  realidad  y  del  mundo,  es  decir,  es  una  imagen  o  construcción  significativa  de  la  realidad  desde  una  perspectiva  o  concepción  del  mundo  determinada.  No  existe  un  lenguaje  que  sea,  por  su  naturaleza  intrínseca,  mejor  que  otro  o  superior,  sino  lenguajes  más  o  menos  adecuados  a  determinados  contextos  o  realidades.  Este  giro  lingüístico,  siguiendo  los  planteamientos  del  segundo  Wittgenstein,  incide  en  el  ámbito  filosófico  transformando  la  pregunta  ¿cuál  es  el  ‘el  lenguaje  verdadero’  para  expresarme?  por  las  preguntas  ¿cómo  me  expreso,  a  través  de  qué  lenguaje?  y  ¿qué  valor  doy  a  lo  que  expreso?  introduciendo  un  planteamiento  ético  con  mucho  más  sentido  desde  las  limitaciones  de  la  naturaleza  del  ser  humano.  Por  otro  lado,  al  entrelazar  lenguaje,  pensamiento  y  forma  de  vida  social,  nos  remite  directamente  a  la  noción  de  cultura  y  a  su  relación  con  el  problema  de  la  traducción.
La  noción  de  Cultura
Como  bien  es  sabido,  el  término  cultura  comienza  a  ser  ampliamente  utilizado  a  partir  del  siglo  XVIII  para  referirse  al  cultivo  de  la  tierra  y,  por  asociación,  se  extiende  al  cultivo  del  espíritu  o  la  persona.  Posteriormente,  desde  el  triunfo  de  la  ilustración  y  la  modernidad,  se  va  asentando  la  noción  de  hombre  cultivado,  de  hombre  culto,  como  modelo  de  ser  humano  y  como  modelo  de  civilización.  “La  ilustración  concebía  desde  luego  al  hombre  en  su  unidad  con  la  naturaleza  con  la  cual  compartía  la  general  uniformidad  de  composición  que  habían  descubierto  las  ciencias  naturales  bajo  la  presión  de  Bacon  y  la  guía  de  Newton.  Según  esto,  la  naturaleza  humana  está  tan  regularmente  organizada,  es  tan  invariable  y  tan  maravillosamente  simple  como  el  universo  de  Newton.  Quizás  algunas  de  sus  leyes  sean  diferentes,  pero  hay  leyes;  quizás  algo  de  su  carácter  inmutable  quede  oscurecido  por  los  aderezos  e  modas  locales,  pero  la  naturaleza  humana  es  inmutable.”[1]  Y  fundamentalmente  ésta  se  define  por  su  racionalidad,  por  las  leyes  de  la  razón  universal.  De  ahí  que  ser  civilizado,  ser  culto  o  cultivado,  suponía  ser  racional.  Y  la  cultura  y  culturizar  suponía  exportar  este  modelo  racional  e  ilustrado  a  toda  las  regiones  del  mundo.  Este  fue,  durante  el  siglo  XIX  el  programa  básico  de  los  procesos  de  colonización:  civilización  de  los  pueblos  indígenas  o  nativos  imponiéndoles  un  modelo  ilustrado,  racional  y  universal  de  organizar  y  comprender  la  realidad.  Se  consideraba  a  Occidente  como  modelo  de  racionalidad  universal  y,  por  tanto,  todo  aquel  que  quisiera  ser  culto,  debería  imitar  al  occidental,  debería  ser  racional  y  moderno. 
Esto  supuso  que,  “por  bien  construido  que  estuviera  el  concepto  iluminista  de  la  naturaleza  humana  [de  los  ilustrados  y  defensores  de  la  razón  universal],  tenía  algunas  implicaciones  mucho  menos  aceptables,  la  principal  de  las  cuales  era,  para  citar  esta  vez  al  propio  Lovejoy,  la  de  que  ‘todo  aquello  cuya  inteligibilidad,  verificabilidad  o  afirmación  real  esté  limitada  a  hombres  de  una  edad  especial,  de  una  raza  especial,  de  un  determinado  temperamento,  tradición  o  condición  carece  de  verdad  o  valor  o,  en  todo  caso,  no  tiene  importancia  para  un  hombre  razonable’[1].  La  enorme  variedad  de  diferencias  que  presentan  los  hombres  en  cuanto  a  creencias  y  valores,  costumbres  e  instituciones,  según  los  tiempos  y  lugares,  no  tiene  significación  alguna  para  definir  su  naturaleza.  Se  trata  de  meros  aditamentos  y  hasta  deformaciones  que  recubren  y  oscurecen  lo  que  es  realmente  humano  –lo  constante,  lo  general,  lo  universal-  en  el  hombre.”[1]
Hoy  en  día,  como  es  obvio,  está  visión  colonizadora  ha  hecho  aguas  y  ya  nadie,  al  menos  abierta  y  manifiestamente,  defiende  un  concepto  de  cultura  parecido.  “Cualesquiera  que  sean  las  cosas  que  afirme  la  moderna  antropología  –y  parece  que  en  un  momento  u  otro  afirmó  casi  todas  las  cosas  posibles-,  hoy  es  firme  la  convicción  de  que  hombres  no  modificados  por  las  costumbres  de  determinados  lugares  en  realidad  no  existen,  que  nunca  existieron  y,  lo  más  importante,  que  no  podrían  existir  por  la  naturaleza  misma  del  caso.”[1]
Muchas  son  las  razones  que  explican  las  causas  de  la  crisis  de  una  noción  moderna  e  ilustrada  de  cultura  y,  por  lo  mismo,  de  una  noción  universal  de  ser  humano,  de  persona.  George  Steiner,  en  su  ensayo  de  1971  "En  el  Castillo  de  Barba  Azul:  una  aproximación  a  un  nuevo  concepto  de  cultura"[1],  sostiene  que  el  quiebre  o  derrumbe  de  tres  axiomas  de  la  modernidad  alteran  necesariamente  nuestra  visión  de  la  cultura.  Primero,  se  ha  perdido  o  al  menos  está  decididamente  dañado  el  axioma  del  progreso  que  concebía  la  historia  occidental  como  una  curva  permanente  de  ascenso.  Segundo,  ya  no  aceptamos  la  proyección  según  la  cual  el  progreso  necesariamente  habrá  de  difundirse  desde  los  centros  privilegiados  a  todos  los  hombres.  Tercero,  ya  no  podemos  apelar  sin  excesiva  reserva  al  programa  educativo  del  humanismo  que  sostenía  que  la  ignorancia  racional  e  ilustrada  era  la  fuente  de  la  crueldad  y  la  barbarie;  el  tipo  de  conocimiento  y  formación  otorgado  por  esa  educación  humanística  no  ha  disminuido  los  niveles  de  violencia  e  injusticia  en  las  sociedades  occidentales  contemporáneas.
Tras  esta  quiebra,  no  sólo  pierde  el  hombre  occidental  su  estatus  de  modelo  paradigmático  de  ser  humano,  sino  que  también  la  noción  de  cultura  sufre  esta  crisis  y  se  abandona  la  noción  universal  de  cultura,  aflorando  la  diversidad  como  nota  definitoria  del  fenómeno  cultural.  “Sostener  la  idea  de  que  la  diversidad  de  las  costumbres  a  través  de  los  tiempos  y  en  los  diferentes  lugares  no  es  una  mera  cuestión  de  aspecto  y  apariencia,  de  escenario  y  de  máscaras  de  comedia,  es  sostener  también  la  idea  de  que  la  humanidad  es  variada  en  su  esencia  como  lo  son  sus  expresiones.”[1]  Lo  cual  implica,  asimismo,  que  haya  que  abandonar  la  búsqueda  de  rasgos  universales  definitorios  de  lo  que  es  la  cultura  humana  y  que  haya  que  prestar  atención  a  lo  diferencial  como  nota  esencial,  como  elemento  definitorio  de  cada  cultura  y  de  cada  pueblo.  “La  idea  de  que  la  esencia  de  lo  que  significa  ser  humano  se  revela  más  claramente  en  aquellos  rasgos  de  la  cultura  humana  que  son  universales,  y  no  en  aquellos  que  son  distintivos  de  este  o  aquel  pueblo,  es  un  prejuicio  que  no  estamos  necesariamente  obligados  a  compartir”[1]
De  hecho,  si  nos  finamos  en  las  nociones  de  cultura  que  se  manejan  actualmente,  constataríamos  como  ha  pasado  a  primer  lugar  el  respeto  por  las  creencias,  costumbres  y  hábitos  propios  de  cada  pueblo.  Como  dice  la  definición  presentada  en  un  foro  internacional  por  Raymond  Chasle  “la  cultura  debe  ser  concebida  actualmente  como  la  interacción  del  hombre  con  su  medio  ambiente,  ella  reúne  el  conjunto  de  modos  y  condiciones  de  vida  de  una  sociedad  ligados  por  una  base  común  de  tradiciones  y  de  conocimientos,  así  como  también  ligados  por  las  diversas  formas  de  expresión  y  de  realización  de  los  individuos  que  se  encuentran  al  frente  de  dicha  sociedad.”[1]  Como  se  ve,  se  prima  el  contenido  de  los  modos  y  formas  vida  propios  y  particulares  de  cada  sociedad.  Pero  como  hemos  visto,  los  diversos  modos  o  formas  de  vida  se  realizan  y  concretan  en  los  distintos  juegos  de  lenguajes,  en  la  formas  de  representar  y  de  interpretar  simbólicamente  la  realidad.  por  ello,  deberemos  ir  más  allá  y  concretar  el  fenómeno  cultural  en  lo  que  le  sea  más  definitorio,  más  concreto.  En  este  sentido,  consideró  muy  interesante  la  propuesta  de  Clifford  Geertz,  quien  dice  que  “el  concepto  de  cultura  que  propugno  y  cuya  utilidad  procuran  demostrar  los  ensayos  que  siguen  es  esencialmente  un  concepto  semiótico.  Creyendo  con  Max  Weber  que  el  hombre  es  un  animal  inserto  en  tramas  de  significación  que  él  mismo  ha  tejido,  considero  que  la  cultura  es  esa  urdimbre  y  que  el  análisis  de  la  cultura  ha  de  ser  por  lo  tanto,  no  una  ciencia  experimental  en  busca  de  leyes,  sino  una  ciencia  interpretativa  en  busca  de  significaciones”[1].  Por  lo  tanto,  no  podemos  reducir  el  fenómeno  cultural  a  creencias  psicológicas  compartidas  o  sentimientos,  valores  e  ideales  que,  estableciendo  la  estructura  psicológica  del  individuo,  facilitan  su  integración  social  o  su  pertenencia  cultural.  Por  eso  es  importante  “advertir  que  decir  que  la  cultura  consiste  en  estructuras  de  significación  socialmente  establecidas  en  virtud  de  las  cuales  la  gente  hace  cosas  tales  como  señales  de  conspiración  y  se  adhiere  a  éstas,  o  percibe  insultos  y  contesta  a  ellos  no  es  lo  mismo  que  decir  que  se  trata  de  un  fenómeno  psicológico  (una  característica  del  espíritu,  de  la  personalidad,  de  la  estructura  cognitiva  de  alguien)  o  decir  que  la  cultura  es  el  tantrismo,  la  genética,  la  forma  progresiva  del  verbo,  la  clasificación  de  los  vinos,  el  derecho  común  o  la  noción  de  ‘una  maldición  condicional’(...).  Lo  que  en  un  lugar  como  Marruecos  nos  impide  a  quienes  nos  vemos  haciendo  señas  captar  la  significación  de  las  señas  de  otros  no  es  tanto  la  ignorancia  de  cómo  opera  el  proceso  de  conocimiento  (aunque  si  uno  supone  que  ese  proceso  opera  de  la  misma  manera  en  que  opera  en  nosotros  tal  suposición  contribuirá  mucho  a  que  conozcamos  menos  de  tal  proceso)  como  falta  de  familiaridad  con  el  universo  imaginativo  en  el  cual  los  actos  de  esas  gentes  son  signos.  Ya  que  hemos  nombrado  a  Wittgenstein,  podemos  citarlo  ahora:  ‘Decimos  de  algunas  personas  que  son  transparentes  para  nosotros.  Son  embargo,  tocante  a  esta  observación,  es  importante  tener  en  cuenta  que  un  ser  humano  puede  ser  un  enigma  completo  para  otro.  Nos  damos  cuenta  de  esto  cuando  vamos  a  un  país  extranjero  de  tradiciones  completamente  extrañas  para  nosotros;  y,  lo  que  es  más,  aun  teniendo  dominio  de  la  lengua  del  país.  No  comprendemos  a  la  gente  (Y  no  a  causa  de  no  saber  lo  que  esas  gentes  se  dicen  unas  a  otras).  No  podemos  sentirnos  cómodos  con  ellas’.”[1].  Por  tanto,  concebida  así  la  cultura,  como  un  sistema  o  red  de  interacción  de  signos  interpretables  o  símbolos,  la  cultura  deja  de  ser  una  entidad,  que  se  entiende  como  causa  y  explicación  de  los  distintos  acontecimientos  sociales  (es  decir,  modos  de  conducta,  normas  y  valores  y  las  instituciones  y  procesos  sociales  que  de  ellos  se  derivan)  y  pasa  a  concebirse  a  la  cultura  como  el  contexto  social  (local  y  contingente)  dentro  del  cual  pueden  describirse  todos  esos  fenómenos  de  manera  inteligible  y  significativa  para  un  pueblo,  comunidad  o  sociedad.  Comprender  la  cultura  de  un  pueblo  o  comunidad  significa  captar  su  red  de  significaciones  y  su  sistema  simbólico  sin  reducir  su  singularidad  y  particularidad  a  la  nuestra,  sin  pretender  traducirlo  desde  nuestro  propio  sistema  de  significación. 
Esta  manera  de  concebir  la  cultura,  está  nueva  forma  de  entender  “el  concepto  de  cultura  tiene  un  impacto  sobre  el  concepto  de  hombre.  Cuando  se  la  concibe  como  una  serie  de  dispositivos  simbólicos  para  controlar  la  conducta,  como  una  serie  de  fuentes  extrasomáticas  de  información,  la  cultura  suministra  el  vínculo  entre  lo  que  los  hombres  son  intrínsecamente  capaces  de  llegar  a  ser  y  lo  que  realmente  llegan  a  ser  uno  por  uno.  Llegar  a  ser  humano  es  llegar  a  ser  un  individuo  y  llegamos  a  ser  individuos  guiados  por  esquemas  culturales,  por  sistemas  de  significación  históricamente  creados  en  virtud  de  los  cuales  formamos,  ordenamos,  sustentamos  y  dirigimos  nuestras  vidas.  Y  los  esquemas  culturales  no  son  generales  sino  específicos.”Así  pues,  desde  esta  nueva  concepción,  la  cultura  deja  de  ser  considerada  solamente  como  depósito  de  contenidos,  valores  y  creencias,  como  el  cúmulo  de  tradiciones  del  pasado  heredado  y  se  convierte  como  la  vinculación  simbólica  y  significativa  entre  el  pasado  de  un  pueblo,  su  presente  y  sus  posibilidades  de  ser  y  hacerse  en  el  futuro.  “La  cultura,  ese  documento  activo,  es  pues  pública,  (...).  Una  vez  que  la  conducta  humana  es  vista  como  acción  simbólica  -acción  que,  lo  mismo  que  la  fonación  en  el  habla,  el  color  en  la  pintura,  las  líneas  en  la  escritura  o  el  sonido  en  la  música,  significa  algo-  pierde  sentido  la  cuestión  de  saber  si  la  cultura  es  conducta  estructurada,  o  es  una  estructura  de  la  mente,  o  hasta  las  dos  cosas  juntas  mezcladas”[1],  adquiriendo  su  verdadero  sentido  como  vía  de  comunicación  con  el  otro,  como  manera  de  dar  sentido  a  nuestra  vida  y  a  la  comunidad.  “Como  ya  dije,  todo  el  quid  de  un  enfoque  semiótico  de  la  cultura  es  ayudarnos  a  lograr  acceso  al  mundo  conceptual  en  el  cual  viven  nuestros  sujetos,  de  suerte  que  podamos,  en  el  sentido  amplio  del  término,  conversar  con  ellos.”  [1]  Pero  no  sólo  desde  una  perspectiva  teórica  o  académica,  sino,  sobre  todo,  desde  lo  cotidiano,  desde  los  problemas  diarios  de  convivencia  y  de  encuentro  personal.  “Considerar  las  dimensiones  simbólicas  de  la  acción  social  –arte,  religión,  ideología,  ciencia,  ley,  moral,  sentido  común-  no  es  apartarse  de  los  problemas  existenciales  de  la  vida  para  ir  a  parar  a  algún  ámbito  empírico  de  formas  desprovistas  de  emoción;  por  el  contrario  es  sumergirse  en  medio  de  tales  problemas.” 
Pero  cuando  hablamos  de  sistema  o  red  significativa  y  simbólica,  es  decir,  de  lenguajes,  como  característica  esencial  que  define  a  la  noción  de  cultura,  hay  que  entender  que  hablamos  de  lenguajes  no  nos  referimos  sólo  a  lenguajes  lingüísticos  (sean  verbales  o  escritos)  sino  a  cualquier  tipo  de  comunicación  a  través  de  un  código  o  sistema  simbólico,  lo  cual  nos  permite  entender  que  toda  forma  de  expresión  simbólica,  como  el  arte  (pintura,  escultura,  música,  etc.)  o  los  ritos  y  relatos  o  narraciones  orales,  forman  parte  de  ese  mundo  que  llamamos  de  la  cultura. Por  lo  tanto,  debemos  abandonar  la  idea  de  una  cultura  como  modelo  de  toda  cultura,  una  forma  superior  de  cultura  y  pensar  en  las  culturas,  en  las  formas  en  que  las  personas  dan  significación  y  sentido  a  sus  vivencias  y  experiencias  y  en  el  modo  en  que  organizan  las  mismas  teniendo  en  cuenta  no  sólo  lo  que  son,  sino  también  lo  que  quieren  ser  y,  a  partir  de  ahí,  poder  conocernos  mejor.
La  Noción  de  Sentido  y  Significado
A  partir  de  esta  concepción  del  lenguaje  y  la  cultura,  ¿cómo  podemos  entender  la  noción  de  significado  y  de  sentido? 
Sin  pretender  plantear  en  este  momento  cuál  es  la  noción  de  sentido  que  manejo  y  cuál  es  su  relación  con  el  significado,  si  que  creo  importante  plantear  la  superación  de  la  noción  clásica  saussuriana,  según  la  cual  el  sentido  está  dado  por  los  objetos  a  que  nos  referimos  y  que,  por  tanto,  son  los  objetos  los  que  determinan  el  sentido  de  los  “signos”  y  que  éstos  se  componen  de  “significados”  que  se  transmiten  o  transportan  por  “significantes”  The  linguistic  sign  (a  key  word)  is  made  of  the  union  of  a  concept  and  a  sound  image.  Those  two  parts  Saussure  names  the  "concept"  (signified.)  and  the  "sound  image”  (signifier).  The  sound  image  is  not  the  physical  sound  (what  your  mouth  makes  and  your  ear  hears)  but  rather  the  psychological  imprint  of  the  sound,  the  impression  it  makes.  “Of  course,  we  have  known  for  a  long  time  that  a  word,  like  any  verbal  sign,  is  a  unity  of  two  components.  The  sign  has  two  sides:  the  sound,  or  the  material  side  on  the  one  hand,  and  meaning,  or  the  intelligible  side  on  the  other.  Every  word,  and  more  generally  every  verbal  sign,  is  a  combination  of  sound  and  meaning,  or  to  put  it  another  way,  a  combination  of  signifier  and  signified”[1]Así,  cualquier  signo  verbal  es  el  resultado  de  la  combinación,  según  este  planteamiento,  de  un  sonido  y  de  un  concepto,  de  un  significante  y  un  significado.  Y  basta  con  tener  ambos  para  entender  la  expresión,  con  entender  cada  uno  de  los  signos  de  que  se  compone  y  la  relación  que  se  da  entre  ellos[1]
Pero  hoy  en  día  es  difícil  seguir  defendiendo  una  concepción  tan  restringida  de  la  noción  de  ‘sentido’,  concepción  que  dejaría  sin  explicar  fenómenos  como  la  intención  del  hablante  y  la  fuerza  ilocutoria  y  perlocutoria  del  acto  comunicativo. Así,  habría  que  preguntarse  si  ¿para  comprender  basta  con  captar  el  significado  de  un  signo?  o  ¿es  necesario  asimismo  captar  la  intención  de  una  persona  y  el  contexto  en  que  se  da?  Así,  habría  que  preguntarse  con  J.  A.  Marinas  si  “¿comprender  es  captar  el  significado  de  un  signo  o  captar  la  intención  de  una  persona?  ¿Qué  hago  al  hablar?  Al  decir  una  frase  trivial:  ‘cada  día  te  pareces  más  a  tu  madre’,  puedo  estar  haciendo  un  acto  de  crueldad.  La  frase  es  meramente  informativa,  pero  el  acto  lingüístico  es  malintencionado”[1].  Entonces,  al  amenazar  a  alguien  o  cuando  le  declaro  mi  amor  y  cariño,  ¿dónde  está  el  sentido  de  mi  mensaje?,  ¿qué  expresa  más  lo  que  quiero  transmitir,  las  palabras  con  que  lo  expreso  o  la  entonación  con  que  lo  expreso  y  el  gesto  que  le  acompaña,  el  puño  cerrado  o  la  caricia  o  la  mirada  enamorada?  Es  evidente  que,  acompañando  y  englobando  a  los  signos  mismos  que  se  utilizan,  hay  todo  un  complejo  sistema  de  significación  que  incide,  refuerza,  matiza  o  concreta  el  mensaje  y  completa  la  comunicación. 
Al  superar  ese  modelo  del  signo,  la  semiótica  asume  el  discurso  como  acto  orientado  a  hacer  sentido.  El  sentido  no  está  en  algo.  Más  bien  algo,  la  intención  del  emisor  y  el  contexto  de  la  emisión,  hace  que  algo  adquiera  sentido.  Nos  situamos  de  nuevo  en  el  enfoque  de  Wittgenstein  según  el  cual  el  significado  y  el  sentido  de  una  expresión  no  están  dado  solamente  en  la  propia  expresión,  en  su  interior,  sino  que  debemos  ver  cómo  las  usamos,  para  qué,  en  qué  situación  o  contexto,  en  que  forma  de  vida,  es  decir,  en  que  juego  de  lenguaje  comunicamos  o  nos  expresamos.  Aquí  no  se  trata  únicamente  de  buscar  el  significado  de  las  palabras  apelando  a  sus  referentes  extra-mentales  ni  tampoco  basta  con  referirnos  a  las  imágenes  mentales,  sino  que  hay  que  tener  en  cuenta  todo  el  acto  comunicativo  e  interpretarlo  en  su  globalidad  y  su  contexto. 
Al  superar  este  modelo  de  considerar  el  sentido  de  un  signo  y  de  una  expresión,  la  reflexión  nos  lleva  a  cambiar  el  punto  de  vista  acerca  de  dónde  está  y  qué  es  el  sentido.  El  sentido  ya  no  está  en  algo,  sino,  más  bien,  es  algo  que  alguien  hace  que  tenga  sentido.  Ya  no  se  trata  tan  sólo  de  interpretar  el  sentido  de  algo,  sino  el  saber  cómo  utilizamos  algo,  que  uso  le  damos  a  esa  expresión  o  a  ese  signo,  en  qué  contexto,  situación  o  juego  de  lenguaje. 
Desde  este  punto  de  vista,  me  parece  muy  sugerente  la  propuesta  de  Richard  Rorty  quien,  comentando  la  posición  de  Humberto  Eco,  considerada  que  “He  [Eco]  insists  upon  a  distinction  between  interpreting  text  and  using  texts.  This,  of  course,  is  a  distinction  we  pragmatists  do  not  wish  to  make.  On  our  view,  all  just  various  ways  of  describing  some  process  of  putting  it  to  work.”[1]
Retomando  los  planteamientos  de  Wittgenstein,  es  evidente  que  si  el  significado  de  una  expresión  o  de  una  palabra  viene  dado  por  su  uso,  por  el  juego  de  lenguaje  en  que  la  estamos  utilizando,  entonces  no  tiene  razón  de  ser  distinguir  entre  interpretación  –como  búsqueda  del  significado-  y  uso  –como  creación  del  sentido.  Toda  interpretación  supone  un  uso  y  sólo  desde  el  ‘uso’  podemos  llegar  a  interpretar  y  comprender,  a  traducir.  Luego,  es  comprensible  que  Rorty  continúe  reconociendo  que  “I  was  dismayed  to  find  him  insisting  on  a  distinction  similar  to  E.  D.  Hirsch’s  distinction  between  meaning  and  significance  –a  distinction  between  getting  inside  the  test  itself  and  relating  the  text  to  something  else.  This  is  exactly  the  sort  of  distinction  anti-essentialists  like  me  deplore-  a  distinction  between  inside  and  outside  between  the  non-relational  and  the  relational  features  of  something.  For,  on  our  view  there  is  no  such  thing  as  an  intrinsic,  non-relational  property”[1]  Todo  es  relativo  al  uso  que  se  le  dé  y  quien  se  lo  dé.  No  existen  sentidos  absolutos  o  independientes  del  emisor  y  lector  o  interprete  y  todo  ello  situado  en  un  contexto  y  una  comunidad.
Esto  supone  que,  tampoco  tiene  sentido  apelar  a  una  noción  de  verdad  o  de  traducción  verdadera,  lo  cual  no  significa  que  abogue  por  un  relativismo  y  un  todo  vale  en  cuestión  de  la  traducción,  sino  que,  como  mostraré  posteriormente,  implica  que  sólo  se  pueden  plantear  límites  a  la  adecuación  de  la  traducción  y  que  ésta  es  una  cuestión  de  grados  y  de  corrección  o  acomodación  a  los  contextos.  De  nuevo  nos  encontramos  con  el  problema  del  valor  de  la  interpretación  y  de  la  traducción,  así  como  la  cuestión  de  la  equivalencia.  Pero  para  poder  afrontar  esta  temática  debemos  dar  un  paso  más  e  intentar  mostrar  cómo  entiendo  que  se  puede  conceptuar  el  fenómeno  de  la  traducción  y  cuáles  pueden  ser  los  diferentes  tipos  de  traducción  que  se  pueden  dar.
La  Noción  de  Traducción
Si  ya  no  se  puede  hablar  con  propiedad  de  ‘el  lenguaje’  ni  de  ‘la  cultura’,  tampoco  se  puede  hablar  sólo  de  ‘la  traducción’,  sino  que  habrá  que  considerar  diferentes  tipos  o  consideraciones  acerca  de  la  traducción  dependiendo  de  los  tipos  o  clases  de  lenguajes  que  estamos  considerando  a  la  hora  de  realizar  la  traducción.  En  este  sentido,  me  parece  muy  pertinente  la  propuesta  de  Roman  Jakobson,  para  quien  todo  acto  que  implique  el  uso  del  lenguaje  y  la  comprensión  del  significado  de  las  palabras  utilizadas,  supone  un  acto  de  traducción.  “Apoyándose  en  la  teoría  de  los  signos  y  de  la  significación  propuesta  por  Peirce,  Jakobson  plantea  que  ‘para  el  lingüista  como  para  el  usuario  de  las  palabras,  la  significación  de  todo  signo  lingüístico  es  su  traducción  a  otro  signo  más  accesible  y  <en  el  cual  se  desarrolla  más  a  fondo>’  (la  expresión  sigue  a  Pierce).  La  traducción  ,  en  consecuencia,  es  la  condición  eterna  e  ineludible  de  la  significación.”[1]
Así  Jakobson  plantea  que  “We  distinguish  three  ways  of  interpreting  a  verbal  sign:  it  may  be  translated  into  other  signs  of  the  same  language,  into  another  language,  or  into  another,  nonverbal  system  of  symbols.  These  three  kinds  of  translation  are  to  be  differently  labelled: Intralingual  translation  or  Rewording  is  an  interpretation  of  verbal  signs  by  means  of  other  signs  of  the  same  language. Interlingual  translation  or  Translation  proper  is  an  interpretation  of  verbal  signs  by  means  of  some  other  language. Intersemiotic  translation  or  Transmutation  is  an  interpretation  of  verbal  signs  by  means  of  some  other  non-verbal  signs.” 
Veamos  más  detenidamente  cada  una  de  las  formas  de  considerar  el  fenómeno  de  la  traducción. 
En  el  primer  caso,  la  traducción  se  opera  cambiando  signos  que  pertenecen  al  mismo  lenguaje,  es  decir  que  la  sustitución  de  signo  por  signo  se  realiza  dentro  del  mismo  código  lingüístico  o  de  la  misma  lengua.  “Se  reformula  cuando  se  traduce  una  palabra  con  ayuda  de  otros  signos  verbales  provenientes  de  la  misma  lengua.  Toda  definición,  toda  explicación  es  traducción,  según  muestra  el  modelo  de  Pierce.”.  El  proceso  consistiría,  más  que  nada,  en  una  aclaración  o  reformulación  del  mensaje  con  otros  elementos  pertenecientes  al  mismo  código  lingüístico.  Cuando  no  entendemos  algo  que  se  nos  acaba  de  contar,  solemos  pedir  que  se  nos  repita  lo  dicho  pero  ‘con  otras  palabras’,  es  decir,  se  nos  pide  que  se  traduzca  lo  dicho  en  una  forma  más  clara,  comprensible,  que  se  ‘reformule’.  Así,  en  una  “traducción  intralingüística  se  explica  y  define  ‘con  otras  palabras’  una  [misma]cosa.” 
Por  otra  parte,  en  la  “Translation  proper,  la  ‘traducción  propiamente  dicha’,  o  traducción  interligüística,  por  la  que  unos  signos  verbales  son  reinterpretados  en  otros  signos  verbales  de  otra  lengua”[1],  estamos  cambiando  de  marco  lingüístico,  de  lenguaje  o  lengua.  “La  traducción  propiamente  dicha  o  traducción  de  una  lengua  a  otra  es  la  interpretación  de  unos  signos  verbales  por  medio  de  otros  signos  provenientes  de  alguna  otra  lengua”[1].  Este  es  el  sentido  más  habitual  de  traducción  que  supone  trasladar  una  expresión  dicha  en  un  idioma,  por  ejemplo  el  castellano,  a  un  idioma  diferente,  el  ingles.  Dado  que  es  el  sentido  más  manejado,  no  creo  que  sea  necesario  detenerme  más  en  él,  aunque  posteriormente  mostraré  que  muchos  de  los  problemas  y  cuestiones  que  giran  en  torno  a  esta  concepción,  la  más  estudiada  y  comentada,  sea  dicho  de  paso,  pueden  ser  extendidos  o  ‘traducidos’  a  los  otras  formas  de  entender  la  traducción.  “La  traducción  es  ‘un  discurso  indirecto;  el  traductor  recodifica  y  transmite  un  mensaje  proveniente  de  otra  fuente.  Dicho  de  otro  modo,  la  traducción  implica  dos  mensajes  equivalentes  en  dos  códigos  diferentes’.  Al  emplear  el  término  neutral  que  es  implica,  Jakobson  deja  de  lado  el  dilema  hermenéutico  fundamental,  que  consiste  en  preguntarse  si  es  congruente  hablar  de  mensajes  equivalentes  cuando  los  códigos  son  distintos.”[1]  Posteriormente  presentaré  ciertas  “dudas”  y  problemas  que  conlleva  la  cuestión  de  la  equivalencia,  mostrando  como  ésta,  tal  y  como  indica  Steiner,  es  la  cuestión  central  y  más  problemática  a  la  hora  de  plantearse  el  fenómeno  de  la  traducción. 
Por  último,  tenemos  la  “Transmutation,  o  traducción  íntersemiótica,  en  la  que  unos  signos  verbales  son  reinterpretados  en  un  sistema  de  signos  no  verbal,  ya  sea  gráfico,  matemático,  gestual  o  musical”[1]  y  viceversa.  Es  decir  que  “en  el  curso  de  este  fenómeno  verbal  ‘intersemiótico’,  los  signos  verbales  son  interpretados  por  medio  de  signos  no  verbales  (pictóricos,  gestuales,  matemáticos,  musicales).”[1].  Aquí  nos  encontramos  con  una  acepción  amplia  de  la  noción  de  traducción  que  supondría  la  posibilidad  de  ‘decir’  o  ‘expresar’  un  mensaje  determinado,  no  a  través  de  símbolos  lingüísticos,  sino  por  medio  de  imágenes,  sonidos,  gestos,  etc.  Y,  por  lo  tanto,  también  de  traducir  imágenes,  sonidos,  gestos,  etc.  A  palabras,  a  símbolos  lingüísticos.  Aceptar  tal  tipo  de  traducción  supone,  en  primer  lugar,  afirmar  que  existen  los  lenguajes  musicales,  iconográficos,  gestuales,  etc.  Hoy  en  día,  parecería  absurdo  poner  en  tela  de  juicio  dicha  afirmación,  pero  quiero  insistir  en  ello,  pues,  posteriormente  veremos  que  tiene  especial  relevancia  para  entender  la  importancia  de  la  destreza  de  traducción  a  la  hora  de  expresar  y  comprender  lo  mejor  posible  la  comunicación  de  ideas  e  sentimientos.  Por  otro  lado,  supone  admitir  que  es  posible  trasladar  el  mensaje  expresado  en  dichos  lenguajes  al  lenguaje  verbal  y  viceversa.  Es  decir,  que  podemos  explicar  y  reformular  la  expresión  de  nuestros  sentimientos  e  ideas  exteriorizadas  a  través  de  un  lenguaje  determinado  utilizando  otro  diferente. 
                        Pero  esto  deja  abierta  cuestiones  interesantes  que  se  derivan,  justamente,  de  la  propia  noción  de  lenguaje  y  de  sus  implicaciones.  Así,  por  ejemplo,  cuando  la  trasladación  se  opera  de  la  prosa  a  un  lenguaje  poético,  ¿qué  tipo  de  ‘traducción’  es  la  que  está  siendo  realizada?  Aparentemente  nos  movemos  dentro  de  un  mismo  código  lingüístico,  pero  con  formas  o  estilos  expresivos  bien  diferentes.  Por  lo  tanto,  ¿se  trataría  de  rewording,  de  translation  proper  o  de  transmutation?  Evidentemente,  al  ser  un  mismo  código  lingüístico,  no  puede  tratarse  de  translation  proper.  Y  menos  aun  parecería  que  se  tratase  de  un  caso  de  transmutation,  pues  tanto  la  prosa  como  la  poesía  son  “verbal  signs”.  Pero  es  evidente  que  no  se  trata  sólo  de  un  cambio  de  palabras,  no  se  trata  de  reformular  las  palabras  o  de  ‘explicar’  con  ‘otras  palabras’  lo  que  se  quiere  expresar.  Luego,  tampoco  sería  un  caso  evidente  de  rewording. 
Hace  falta  buscar,  por  tanto,  otra  categoría  más  de  ‘traducción’,  una  categoría  que  tenga  en  consideración  una  dimensión  fundamental  a  la  hora  de  considerar  el  fenómeno  del  lenguaje  y  de  la  comunicación.  Obviamente,  me  refiero  al  concepto  de  juego  de  lenguaje  y  a  los  planteamientos  derivados  de  la  concepción  pragmática  del  lenguaje  continuadores  del  pensamiento  de  Wittgenstein.  Así,  en  el  ejemplo  anteriormente  presentado  o  en  otros  similares,  puede  que  la  traducción  se  realice  dentro  del  mismo  código  lingüístico,  pero  no  tiene  por  qué  realizarse  dentro  del  mismo  juego  de  lenguaje.  En  este  sentido,  si  tenemos  una  expresión  en  lenguaje  filosófico,  que  en  la  mayoría  de  los  casos  suele  tener  una  especial  dificultad  para  los  ‘no  iniciados’  y  se  quisiera  explicarla  o  clarificarla  pasándola  a  una  expresión  del  lenguaje  común  o  cotidiano,  el  cambio  que  se  opera  se  da  de  juego  de  lenguaje  a  juego  de  lenguaje.  ¿Cómo  podríamos  llamar  a  este  tipo  de  ‘traducción’?  ‘Trasladación  interjuegos.  Bajo  esta  categoría  entiendo  que  se  puede  comprender  aquella  traducción  que  realizamos  desde  lenguajes  utilizados  en  distintos  ámbitos  de  la  vida  humana  a  otros  y,  por  lo  tanto,  no  es  excluyente  de  las  otras  formas  de  ‘traducción’,  sino  que  supone,  al  mismo  tiempo,  alguna  de  las  tres  formas  anteriormente  explicadas  de  traducción. 
Así,  por  ejemplo,  cuando  nos  encontramos  con  una  traducción  desde  un  lenguaje  indígena,  por  ejemplo  el  quechua,  a  otro  occidental,  por  ejemplo  el  castellano,  se  podría  considerar  que  se  trata  sólo  de  una  traducción  Translation  proper,  pero  realmente  no  se  trata  únicamente  de  trasponer  términos  de  un  lenguaje  a  otro,  sino  que  se  trata  de  pasar,  asimismo,  de  dos  juegos  de  lenguaje  distintos,  uno  marcado  por  el  ámbito  de  la  imaginaría  mítica  y  otro  de  la  racionalidad  occidental.  Se  podría  aducir  que  se  trata  de  una  traducción  cultural,  pero  la  connotación  de  ‘cultura’  restringiría  en  exceso  el  sentido,  pues  no  permitiría  explicar  los  problemas  de  ‘traducción’  dentro  de  la  misma  cultura.  Otro  tanto  ocurre  cuando  estamos  aprendiendo  una  lengua  distintas,  cuando  aprendemos  otro  idioma.  No  se  trata  de  aprender  las  palabras  correspondientes  o  equivalentes,  sino  que  se  trata  de  comprender  los  distintos  estilos  de  pensamiento,  cosmovisiones  y  formas  de  vida  que  se  expresan  con  lenguajes  diferentes  y  que  a  la  hora  de  poder  traducirlos  supone  no  sólo  el  conocimiento  de  la  gramática,  la  sintaxis  y  la  semántica,  sino,  sobre  todo,  de  la  pragmática,  de  su  uso.  Ejemplos  como  el  anteriormente  mencionado  del  estilo  literario  o  ejemplos  como  el  manejado  por  Wittgenstein  acerca  del  trabajador  de  la  construcción  quedarían  al  margen  de  esa  consideración.  Así,  la  traducción  de  la  expresión  ‘esto  es  un  ladrillo’  dentro  de  un  mismo  lenguaje  o  usando  otros  lenguajes  diferiría  bastante  si  quien  realiza  la  traducción  es  un  estudiante  frente  a  una  manual  de  una  asignatura,  para  quien  un  ‘ladrillo’  sería  una  obra  pesada  o  aburrida,  a  si  quien  la  realiza  es  un  constructor,  para  quien  sería  un  material  o  elemento  concreto  para  poder  construir.  Es  decir,  que  si  no  se  considera  al  mismo  tiempo  que  el  lenguaje  el  tipo  de  juego  de  lenguaje  en  que  se  enmarca,  la  traducción  sería  muy  problemática.  Como  posteriormente  mostraré,  nos  podemos  encontrar  con  situaciones  similares  en  casos  de  traducción  provenientes  de  ámbitos  como  la  música,  la  pintura  o  la  comunicación  gestual.  Todos  ellos  son  formas  de  comunicación  que  no  sólo  responden  a  un  tipo  de  lenguaje  determinado,  sino  que  se  enmarcan  en  ámbitos  o  formas  de  vida  diferentes  y  que,  por  tanto,  para  ser  considerados  debe  tenerse  en  cuanta,  al  mismo  tiempo,  el  juego  de  lenguaje  en  que  se  utilizan. 
Problemas  y  dificultades  para  lograr  la  equivalencia  de  significados  en  la  traducción
Nos  encontramos  en  este  momento  con  el  último  de  los  puntos  que  mencionaba  derivados  de  las  nociones  iniciales  de  traducción:  la  equivalencia.
La  tesis  que  voy  a  defender,  tomando  prestada  la  palabra  a  Beltrán  Villalva  es  que  “la  traducción  perfecta  es  imposible,  y  sólo  cabe  una  traducción  pragmática  de  validez  limitada,  útil  pero  insatisfactoria.”  [1]  Y  posteriormente  insiste  en  esta  tesis  afirmando  que  “en  este  sentido,  he  de  repetirlo,  la  traducción  (como  ejemplo  paradigmático  de  ese  tránsito)  es  literalmente  imposible;  aunque  cabe,  claro  está,  una  ‘traducción’  a  efectos  prácticos  (...),  de  acuerdo  con  criterios  contingentes  (esto  es,  variables)  de  carácter  local  o  de  validez  temporal.  [1]..
No  existe  algo  así  como  la  correspondencia  entre  nuestra  traducción  y  el  significado  pre-existente  en  el  texto  o  en  el  mensaje.  La  interpretación  del  texto  o  del  mensaje  depende  del  sentido  que  le  demos,  es  decir,  del  uso  que  tiene  y  del  contexto  en  que  lo  usemos.  Plantear  como  criterios  habituales  para  conocer  el  sentido  verdadero  de  una  expresión,  para  saber  cuál  es  la  traducción  correcta,  o  bien  la  intención  del  autor  o  bien  el  propio  texto,  supone  no  tener  en  cuenta  dos  problemas  básicos:  uno,  con  respecto  al  texto  que,  por  muy  claro  que  sea,  siempre  se  dará  alguna  ambigüedad  en  el  mismo,  por  mínima  que  sea,  y  el  otro  con  respecto  a  la  capacidad  del  emisor  para  ser  plenamente  consciente  de  todas  las  significaciones  que  conlleva  el  mensaje  emitido.  Estos  problemas  los  encontramos  en  todos  los  tipos  de  traducción.  Así,  la  reformulación  o  rewording,,  que  aparentemente  parece  que  no  supone  grandes  dificultades  a  la  hora  de  plantear  su  validez  o  equivalencia,  pues  es  sustituir  unas  palabras  por  otras  dentro  del  mismo  código  lingüístico,  realmente  tropieza  con  el  mismo  tipo  de  problemas  y  dificultades  con  los  que  se  topa  la  traducción  propiamente  dicha  y  la  trasmutación.  La  sinonimia  o  equivalencia  de  sentido  y  significado  al  interior  de  una  lengua  jamás  es  totalmente  perfecta,  del  mismo  modo  que  tampoco  lo  es  la  correspondencia  entre  dos  palabras  de  dos  códigos  lingüísticos  diferentes.  Y  esto  tanto  en  una  traducción  con  dos  actores  como  cuando  se  trata  de  traducirnos  a  nosotros  mismos,  cuando  se  trata  de  traducir  nuestros  pensamientos  y  sentimientos  a  expresión  verbal  o  no-verbal.
Siempre  que  se  traduce,  ya  sea  por  medio  de  la  reformulación  –definiendo,  explicando,  comentando,  etc.-  ya  sea  por  la  traducción  propiamente  dicha  y  la  trasmutación,  el  que  traduce  está  interpretando  y,  por  lo  tanto,  expresa  algo  más  y  algo  menos  que  lo  que  se  expreso  en  el  código  original. En  este  sentido,  hay  toda  una  serie  elementos  y  condiciones  de  tipo  temporal,  espacial,  sociales  y  personales  que  inciden  sobre  el  problema  de  la  traducción  y  su  posible  validez.  Así  Steiner  comenta  que:  “conscientemente  o  no,  todo  acto  de  comunicación  humana  se  inspira  en  una  estructura  compleja,  dual,  que  puede  ser  comparada  con  una  planta  cuyas  raíces  penetran  a  gran  profundidad  o  con  un  iceberg  cuya  mayor  parte  se  encuentra  sumergida.  Bajo  la  superficie  del  vocabulario  y  de  las  convenciones  gramaticales  públicas  están  en  constante  actividad  movimientos  de  asociación  vital,  de  contenido  latente  o  manifiesto.  Buena  parte  de  este  contenido  es  irreductiblemente  individual  y,  en  el  sentido  común  del  término,  privada.  Cuando  hablamos  a  los  otros,  hablamos  ‘en  la  superficie’  de  nosotros  mismos.”[1]  Y  lo  mismo  ocurre  cuando  escuchamos  y  cuando  interpretamos  a  los  otros  o  cuando  lo  hacemos  con  nosotros  mismos,  cuando  intentamos  comprendernos  y  comprender  lo  que  sentimos  y  pensamos.
Hay  todo  un  fondo  “inconsciente”  que  impregna  y  condiciona  nuestro  lenguaje,  fondo  que  constituiría  esa  parte  del  iceberg  invisible,  que,  de  alguna  manera,  hace  ambiguo  al  propio  lenguaje  y  dificulta  todo  proceso  de  traducción.  Hay  que  partir,  por  tanto,  de  la  idea  de  que  es  la  ambigüedad  de  la  connotación,  la  fuerza  evocativa  que  acompaña  a  lo  dicho,  que  mantiene  abierta  la  palabra  y  que  hace  que  lo  dicho,  incluso  si  se  trata  de  una  mera  convención,  no  tenga  su  verdad  en  sí  mismo,  sino  que  remita,  como  señala  Gadamer,  ‘por  delante  y  por  detrás,  hacia  lo  no-dicho’[1]  .  Esta  ambigüedad  es  la  que  constituye  el  gran  reto  y  la  gran  dificultad  de  toda  traducción. 
Pero,  ¿Qué  es  ese  no-dicho?  ¿Y  por  qué  por  delante  y  por  detrás?  Una  cosa  es  clara  y  es  que  el  lenguaje  no  es  ni  atemporal  ni  se  da  fuera  de  un  espacio  y  un  contexto  determinado.  Todo  lenguaje,  como  hemos  visto,  se  da  vinculado  a  una  forma  de  vida  concreta,  en  una  comunidad  determinada  y  en  un  momento  histórico  específico.  Así,  cuando  usamos  una  palabra  despertamos  con  ella  la  resonancia  de  toda  su  historia  previa,  tanto  social  como  personal  o  biográfica.  Son  las  asociaciones  que  tanto  en  una  comunidad  como  en  una  persona  se  realizan,  las  evocaciones  o  connotaciones  que  implican  las  palabras  y  expresiones. 
Pero  esto  no  ocurre  sólo  con  el  lenguaje  o  los  distintos  juegos  de  lenguaje,  sino  que  también  nos  encontramos  con  un  fenómeno  semejante  al  tratar  con  la  cuestión  de  la  cultura.  Si,  como  vimos,  la  cultura  depende  de  la  difusión  de  los  significados  a  través  del  tiempo  también  depende  de  una  transferencia  del  sentido  en  el  espacio.  Los  distintos  escenarios  y  contextos,  ya  sean  próximos  ya  lejanos,  condicionan  la  propia  comprensión  del  lenguaje,  del  sentido  de  las  expresiones,  y  de  la  red  simbólica  o  significativa  que  se  constituye  como  cultura  en  cada  sociedad  o  comunidad.  El  sentido  de  la  comunidad  u  origen,  del  grupo  social,  de  la  familia,  ...  está  más  allá  de  una  clara  comprensión  y  conciencia,  son  nociones  que,  en  parte,  heredamos  implícitamente  con  la  propia  cultura. En  este  sentido,  el  traductor,  cuando  realiza  su  interpretación  del  mensaje  a  traducir,  tiene  que  actualizar  o  explicitar  el  ‘sentido’  implícito,  el  conjunto  de  connotaciones,  insinuaciones,  evocaciones,  intenciones,  relaciones  y  asociaciones  que  se  encuentran  en  el  texto  o  mensaje  original,  pero  que  no  están  manifiestas  o  que  lo  están  en  parte,  puesto  que  el  emisor  tiene  ya  una  comprensión  heredada  de  ellas  y  no  necesita  explicitarlas  para  comunicarse. 
De  este  modo,  la  dinámica  de  la  traducción  es  básicamente  explicativa:  explica  o,  para  decirlo  mejor,  ‘explicita’  y  hace  visible  todo  lo  que  puede  de  las  relaciones  y  significaciones  semánticas  del  original.  Pero  no  sólo  se  trata  de  que  los  distintos  grupos  o  comunidades  comparten  un  cierto  conocimiento  compartido  ‘implícito’,  que  afectaría  a  los  procesos  de  traducción  propiamente  dicha,  sino  que  también  podemos  decir  que  no  hay  dos  personas  que  compartan  un  contexto  idéntico  de  asociaciones  y  significaciones.  Tal  contexto  se  diferenciará  de  persona  a  persona,  porque  éste  supone  la  totalidad  de  una  existencia  individual,  porque  comprende  no  sólo  la  suma  de  los  recuerdos  y  las  experiencias  personales,  sino  también  el  fondo  de  que  se  nutre  el  inconsciente  particular.
En  consecuencia,  toda  manifestación  lingüística  transmite  un  elemento  latente  o  manifiesto  de  especificidad  individual..  Es  ésta  la  razón  de  que  todo  acto  lingüístico  implica  un  elemento  de  traducción  más  o  menos  patente.  Todo  acto  de  comunicación  es  interpretación  de  un  dominio  privado  por  otro.  De  hecho,  aunque  repitiéramos  las  mismas  palabras  emitidas  por  nosotros  mismos  o  por  otra  persona,  exactamente  las  mismas,  al  repetirlas  en  un  momento  distinto,  aunque  sea  mínimo,  la  situación,  las  circunstancias,  como  diría  Ortega,  han  variado,  el  contexto  ya  no  es  exactamente  el  mismo,  lo  cual  hace  imposible  la  repetición,  menos  aún  una  traducción  exacta.  Por  otro  lado,  al  decir  las  mismas  palabras  de  la  misma  manera,  siempre  habrá  algún  matiz  distinto,  una  variación  en  la  entonación,  en  el  gesto,  en  la  disposición.  Aunque  no  podamos  distinguir  la  diferencia,  ya  no  será  una  expresión  idéntica[1]
En  conclusión,  al  comunicar,  al  usar  el  lenguaje,  sea  este  del  tipo  que  sea,  no  sólo  utilizamos  palabras  o  signos  o  gestos,  sino  que,  al  mismo  tiempo  y  tras  ellos,  hay  todo  un  repertorio  de  elementos,  asociaciones,  connotaciones,  insinuaciones,  intenciones  y  deseos,  que  los  acompañan,  hay  un  horizonte  de  referencia  que  da  ‘sentido’  y  que  impregna  el  mensaje.  Pero  ese  horizonte,  ese  contexto  o  juego  de  lenguaje,  como  planteaba  Wittgenstein,  no  siempre  es  patente  ni  está  claramente  delineado  o  presentado.  Está  como  un  fondo  que  engloba  y  sostiene  el  acto  comunicativo,  pero  que  no  se  es  consciente,  en  principio  del  mismo.  Por  lo  tanto,  su  propia  inconsciencia  o  su  presencia  indefinida  carga  de  ambigüedad  y  equívoco  al  acto  comunicativo,  dificultando  a  la  propia  traducción.  Por  otra  parte,  suponer  que  el  autor  sabe  ‘exactamente’  lo  que  significa  el  texto  o  el  mensaje  y  controla  todos  los  elementos  del  mismo,  supone  afirmar  que  entre  la  intención  del  autor,  su  pensamiento  y  sus  sentimientos,  por  un  lado,  y  su  materialización  en  el  texto  o  en  el  lenguaje,  sea  éste  del  tipo  que  sea,  no  hay  más  que  un  proceso  de  trasladación,  de  transporte  de  un  lugar  (mente  o  corazón)  a  otro  el  texto  o  el  lenguaje,  con  el  consiguiente  cambio  de  vehículo  y  de  formato.  pero  no  es  así,  ya  he  planteado  que  incluso  la  expresión  de  uno  mismo  supone  un  proceso  de  traducción  que  conlleva  problemas  y  dificultades  de  interpretación.  Luego,  preguntar  al  autor  puede  servirnos  para  saber  lo  que  no  quiso  expresar,  pero  es  difícil  saber  todo  lo  que  quiso  expresar,  incluso  para  él  mismo.
Traducción  y  problemas  derivados  de  la  cosmovisión  del  interprete
Este  es  uno  de  los  problemas  fundamentales  de  toda  traducción  que  suele  pasarse  por  alto.  Si  traducir  es  interpretar,  el  propio  sistema  de  creencias,  las  ideas,  valores  y  opiniones  del  traductor  pueden  constituirse  en  un  filtro  distorsionador  en  la  escucha  de  manera  que  impida  un  acceso  mínimamente  fiable  al  otro  o  a  uno  mismo  y  aborte  todo  proceso  de  comprensión  y  traducción. En  general,  lo  que  se  escucha,  se  lee  o  se  mira,  se  comprende  desde  las  expectativas  de  sentido  anticipadas.  Nadie  escucha  un  mensaje  o  lee  un  texto  neutralmente,  ‘con  la  mente  en  blanco’,  sin  una  estructura  de  opiniones  previas  y  prejuicios  –en  realidad,  cada  uno  es  su  estructura  de  prejuicios  como  comprensión  previa-;  así  el  encuentro  con  el  otro  y  con  la  interpretación  de  lo  que  expresa,  precisa,  previamente,  en  la  toma  de  conciencia  de  tal  estructura  lo  cual  no  es  una  tarea  fácil,  pero  es  fundamental.
Así,  si  lo  que  se  escucha  coincide  en  parte  con  la  propia  opinión  es  muy  fácil  que  se  sustituya  el  mensaje  original  por  la  propia,  sin  llegar  por  tanto  a  captar  lo  más  fielmente  posible  lo  que  se  manifiesta  y  perdiendo  esos  matices  y  peculiaridades  del  mensaje  original  que  podrían  enriquecer  al  propio  traductor. O  en  caso  contrario,  si  lo  que  se  escucha  disiente  con  la  propia  opinión,  se  proyecta  sobre  lo  que  se  expresa  las  ideas  preconcebidas  del  traductor  y  sólo  capta  aquello  con  lo  que  se  disiente,  aquello  que  refuerza  su  rechazo,  sin  llegar,  por  tanto,  a  comprender  el  mensaje  lo  más  cercano  posible  a  su  sentido  original  y  perdiendo,  asimismo,  la  posible  riqueza  del  mismo,  aunque  no  coincidiese  con  las  posiciones  del  traductor.
En  ambos  casos,  el  filtro  de  las  creencias  del  traductor  no  le  permite  captar  lo  más  fiel  posible  lo  que  el  emisor  le  expresa,  sino  que  lo  convierte  en  lo  que  ya  de  antemano  se  pensaba  o  se  creía.  Lejos  de  escuchar  lo  que  el  otro  quiere  expresar,  se  escucha  lo  que  uno  mismo  quiere  ,  de  antemano,  oír  o  ver. ¿Supone  esto  que,  teniendo  en  cuenta  todas  las  dificultades  y  todos  los  elementos  que  dificultan  y  distorsionan  cualquier  proceso  de  traducción,  considere  que  no  tiene  sentido  intentar  comunicarse  y  que  todo  proceso  de  interpretación  y  traducción  está  abocado  al  fracaso?  No,  obviamente  no.  De  hecho,  para  elaborar  este  trabajo  he  utilizado  textos  traducidos  y  yo  mismo  he  traducido  otros.  Ahora  bien,  lo  que  si  es  importante  es  tener  una  clara  conciencia  de  las  limitaciones  que  tiene  toda  traducción  y  la  imposibilidad  de  afirmar  la  validez  y  total  exactitud  de  una  traducción.  Tal  y  como  he  mostrado,  toda  traducción  supone  e  implica  interpretar  el  mensaje  o  el  texto  y  hacerlo  teniendo  en  cuenta  toda  una  serie  de  elementos  y  consideraciones  no  presentes  en  el  mismo  texto  o  mensaje.  Por  tanto,  traducir  no  es  simplemente  buscar  la  equivalencia,  sino,  sobre  todo,  buscar  el  sentido,  complementando  y  ampliando  lo  dicho  con  lo  no-dicho,  con  lo  implícito.  Como  bien  dice  Beltrán  Villalva  “la  corrección  o  exactitud  de  una  traducción  no  es  asunto  de  todo  o  nada,  sino  una  cuestión  de  grado,  e  incluso  de  dimensiones  respecto  de  las  cuales  procurar  la  corrección,  con  lo  que  ‘diferentes  traductores  darán  prioridad  para  maximizarlos  a  diferentes  tipos  de  exactitud’  (1986:73):  no  estaríamos  ante  un  problema  de  indeterminación,  sino  –una  vez  más-  de  interpretación”[1].
En  este  asentido,  me  gustaría  poner  un  ejemplo  de  traducción  de  una  obra  filosófica  en  que  el  autor,  Donald  Davidson,  agradece  y  reconoce  el  valor  de  la  traducción  de  una  obra  suya  al  castellano  realizada  por  Carlos  Moya,  reconociendo,  al  mismo  tiempo,  que  la  traducción  le  ha  ampliado  el  significado  y  el  sentido  del  texto  originario,  le  ha  posibilitado  ver  elementos  y  problemas  que  a  él  mismo  se  le  habían  escapado  o  no  había  percibido.  Así,  comenta  Davidson,  “otra  ventaja  la  constituye  la  inusual  oportunidad  que  se  le  brinda  de  estudiar  sus  propias  teorías  como  si  procedieran  de  una  fuente  distinta;  expresadas  en  nuevas  palabras,  las  ideas  pueden  ser  contempladas  y  revisadas  con  un  grado  de  objetividad  que  nunca  es  posible  en  su  antigua  forma  de  expresión.  El  trabajo  que  el  traductor  ha  llevado  a  cabo  para  llegar  a  entender  su  fuente  revela  defectos  y  oscuridades  semiocultas;  el  producto  final  añade  al  original  la  visión  creadora  del  traductor.”[1]
Traducción  y  Uso 
Hasta  ahora  hemos  visto  toda  una  serie  de  elementos  que  plantean  o  evidencian  las  dificultades  que  podemos  encontrarnos  a  la  hora  de  realizar  una  traducción  o  de  interpretar  un  mensaje  o  texto.  Esto  nos  lleva  a  una  posición  que,  frente  a  aquellos  que  defienden  la  autonomía  del  texto  o  mensaje,  consideran  que  lo  importante  para  dar  sentido  y  comprender  un  mensaje  es  el  uso  que  tenga  el  mismo,  el  sentido  que,  o  bien  su  emisor  o  su  receptor,  hagan  de  él. 
Veamos  esta  polémica  basándonos  en  dos  reconocidos  autores:  Humberto  Eco  y  Richard  Rorty.   Eco  considera  que  hay  que  distinguir  entre  Interpretar  un  texto  y  usarlo.  La  interpretación  tiene  unas  reglas  específicas  y  se  diferencia  del  uso  en  cuanto  a  que  tiene  unas  limitaciones.  Así  Eco  considera  que,  si  bien  no  se  puede  decir  que  haya  una  interpretación  que  sea  la  mejor,  si  que  se  puede  decir  cual  no  es  válida  y  cual  si,  cual  es  una  sobreinterpretación  y  cual  es  verdaderamente  interpretación.  En  este  sentido  “Eco  distances  himself  still  further  from  the  modern  form  of  this  tendency  by  insisting  that  we  can,  and  do,  recognize  overinterpretation  of  a  text  without  necessarily  being  able  to  prove  that  one  interpretation  is  the  right  one,  or  ever  clinging  to  any  belief  that  there  must  be  one  right  reading”[1]El  criterio  lo  pone  en  el  propio  texto,  en  su  coherencia  y  sentido  interno,  en  su  estructura  significativa  y  lingüística,  lo  cual  permite  establecer  cuando  se  trata  de  una  interpretación  adecuada  del  texto  y  cuando  se  trata  de  uso  del  texto  para  hacerle  decir  lo  que  no  dice,  es  decir,  para  sobreinterpretarlo. 
Rorty,  por  el  contrario,  cree  que  no  se  puede  distinguir  entre  interpretación  y  uso.  Toda  interpretación  supone  un  uso,  supone  que  lo  hacemos  desde  una  perspectiva  y  en  vista  a  lograr  algo  concreto,  con  un  sentido  determinado.  Esto  supone  que  ya  lo  estamos  usando.  “For  us  pragmatists,  the  notion  that  there  is  something  a  given  text  is  really  about  something  which  rigorous  application  a  method  will  reveal,  is  a  bad  as  the  Aristotelian  idea  that  there  is  something  which  a  substance  really,  intrinsically,  is  as  a  opposed  to  what  it  only  apparently  or  accidentally  or  relationally  is.”  [1]  Y  más  adelante  insiste  en  que  “More  generally,  it  is  opposition  to  the  idea  that  the  text  can  tell  you  something  about  what  it  wants,  rather  than  simply  providing  stimuli  which  make  it  relatively  hard  or  relatively  easy  to  convince  yourself  or  others  of  what  you  were  initially  inclined  to  say  about  it.”[1]  Para  concluir  afirmando  que  “It  may  be  so  exciting  and  convincing  that  one  has  the  illusion  that  one  now  see  what  a  certain  text  is  really  about.  But  what  excites  and  convinces  is  a  function  of  the  needs  and  purposes  of  those  who  are  being  excited  and  convinced.  So  it  seems  to  me  simpler  to  scrap  the  distinction  between  using  and  interpreting,  and  just  distinguish  between  uses  by  different  people  for  different  purposes.[1]”  Por  lo  tanto,  vemos  como  para  Rorty  es  absurda  la  idea  de  que  el  texto  dice  algo  en  si  mismo,  todo  texto  dice  algo  para  alguien,  siempre  toda  interpretación  adquiere  sentido  y  significación  para  un  interprete  que  hace  y  usa  ese  texto.  ¿Esto  supone  que  todas  las  interpretaciones  son  iguales,  tienen  el  mismo  valor.?  No,  no  creo  que  se  pueda  afirmar  esto.  Como  ya  he  indicado,  hay  diferencias  de  grado  entre  la  calidad  de  las  diferentes  traducciones  de  un  mensaje  y  siempre  se  puede  y  se  debe  mejorar  la  calidad  de  la  traducción. 
De  hecho,  este  es  el  sentido  desde  el  cual  se  plantea  este  trabajo:  tomar  conciencia  de  las  dificultades  y  los  límites  de  la  traducción  para  así  evitar  los  errores  y  lograr  mejores  traducciones.  En  este  sentido  creo  que,  al  igual  que  hablamos  de  diferentes  lenguajes  y  que  no  había  un  único  lenguaje  o  un  lenguaje  mejor  que  ninguno  independientemente  de  todo  contexto  o  situación,  también  hay  que  hablar  de  diferentes  interpretaciones  o  traducciones  y  no  se  puede  afirmar  que  haya  una  que  se  pueda  decir  que  sea  la  mejor,  pero  si  se  puede  decir  cuales  son  adecuadas  o  correctas.  En  este  sentido  coincidiría  con  Eco,  pero  los  criterios  son  diferentes.  Ya  no  se  trata  del  texto  en  si  mismo,  sino  del  contexto.  Este  contexto  o  marco  determina  los  límites  de  la  traducción  e  interpretación,  proporcionando,  en  el  sentido  defendido  por  Wittgenstein,  las  reglas  de  juego  para  establecer  la  adecuación  o  no  de  una  traducción. 
Debemos,  por  tanto,  retomar  la  noción  de  uso,  en  el  sentido  wittgenstaniano,  para  plantear  como  es  la  ‘correspondencia’  entre  el  uso  que  le  da  al  mensaje  el  emisor  y  el  uso  que  le  da  receptor  en  cuanto  al  uso.  Es  decir,  buscar  una  correspondencia  en  el  uso  teniendo  en  cuenta  la  relación  con  el  contexto,  con  la  forma  de  vida  y  con  el  juego  del  lenguaje.  Si  todo  significado  es  relativo  a  alguien  para  quien  tiene  significado,  el  criterio  tendrá  que  tener  en  cuenta  esa  relación  y  ver  si  se  mantiene  tanto  en  el  original  como  en  la  traducción.  Hay  que  cambiar  como  criterio  de  validez  de  la  traducción  el  criterio  de  correspondencia,  ya  sea  entre  lenguas  o  entre  la  correspondencia  entre  un  término  y  su  referente  extralingüístico  en  una  lengua  y  la  misma  relación  en  la  lengua  a  que  se  traduce,  por  un  criterio  más  pragmático,  un  criterio  de  uso  y  de  adecuación  con  el  juego  de  lenguaje,  contexto  o  marco  significativo. Desde  esta  perspectiva,  el  criterio  de  validez  se  torna  en  el  de  utilidad  y  de  sentido  y,  así,  las  interpretaciones  o  versiones  que  se  dan  del  mensaje  original  se  aplicaran  a  los  nuevos  problemas  que  motivan  la  traducción  y  las  consideraremos  validas  si  responden  y  solucionan  el  problema,  si  la  traducción  e  interpretaciones  tienen  sentido  en  la  nueva  situación,  si  nos  son  útiles.  “Si  dichas  interpretaciones  dejan  de  ser  útiles  ante  tales  problemas,  cesan  de  ser  empleadas  y  quedan  más  o  menos  abandonadas.  Si  continúan  siendo  útiles  y  arrojando  nueva  luz,  se  las  continúa  elaborando  y  se  continúa  usándolas.”  [1]
Por  eso  el  traductor  “esta  obligado  no  sólo  a  ‘explicar’  su  documento  oral,  esto  es,  a  parafrasearlo,  transcribirlo,  glosarlo  en  el  plano  léxico  y  gramatical,  sino  a  ‘entenderlo’,  o  sea  a  mostrar  como  cree  que  era  usado,  con  que  sentido  y,  por  lo  tanto‘de  qué  modo  debería  ser  entendido  lo  que  fue  dicho  y  así  qué  relaciones  pudieran  haber  ligado  a  distintos  discursos  en  el  seno  de  un  mismo  contexto  general’  (Skinner,  Q.)  Y  la  significación  así  alcanzada  deberá  ser  ‘la  buena’”[1]
Conclusión:  la  habilidad  de  traducción  y  el  proceso  educativo
Si,  como  he  intentado  mostrar  en  este  trabajo,  la  habilidad  de  traducir  e  interpretar  se  presenta  como  básica  para  todo  proceso  de  reflexión  y  de  pensamiento,  para  todo  acto  de  comunicación  y  diálogo,  entonces  se  constituye  como  uno  de  los  objetivos  fundamentales  a  trabajar  y  desarrollar  a  lo  largo  de  todo  proceso  educativo.  Pero,  al  mismo  tiempo,  como  he  intentado  mostrar,  también  es  una  de  las  habilidades  más  difíciles  de  trabajar,  pues  ella  misma  depende  de  factores  y  elementos  que  están  implícitos  o  que  subyacen  al  mensaje,  que  conforman,  desde  el  contexto  social  y  personal,  tanto  la  forma  de  vida  del  emisor  como  la  del  traductor,  y  que  condicionan  su  lenguaje,  su  forma  de  expresarse  y  el  sentido  de  lo  que  comunica  o  quiere  comunicar.
¿Significa  esto  que  no  se  puede  hacer  mucho?  No,  al  contrario.  Supone  que  hay  que  tenerla  muy  presente  y  trabajarla  continuamente.  Se  puede  trabajar  desde  un  principio  en  todo  encuentro  o  proceso  educativo,  desde  que  se  da  el  dialogo  y  la  discusión.  El  profesor  o  la  profesora  puede  y  debe  ayudar  a  los  miembros  de  la  comunidad  de  investigación[1]  a  trabajar  todas  las  dimensiones  de  la  comunicación  y  la  traducción,  a  expresar  sus  ideas  con  claridad,  con  precisión.  Eso  supone  que  le  profesor  o  la  profesora  va  a  pedir  a  los  alumnos  y  alumnas  explicaciones  y  aclaraciones,  formas  de  expresarse  distintas,  buscando  siempre  una  mejor  comprensión  de  lo  dicho  y  una  explicitación  de  lo  no-dicho.  Pero  también  va  a  proponer  versiones  de  la  expresión  manifestada  por  el  alumno  o  a  la  alumna,  versiones  distintas,  o  más  claras  cuando  sea  necesario,  de  la  que  se  presento  al  principio,  es  decir,  va  a  traducirlas.  Pero  también  supone  que  debe  tener  cuidado  en  no  transformar  el  mensaje  en  algo  distinto,  en  un  mensaje  diferente,  no  sólo  en  la  forma  (por  efecto  de  la  traducción)  sino  también  en  el  contenido.  Pero  verificar  que  no  está  falseando  el  mensaje  original  supone,  a  su  vez,  traducir  los  gestos  y  expresiones  de  la  persona  que  emitió  el  mensaje  e  intentar  darse  cuenta  de  si  la  nueva  versión  responde  al  sentido  original  que  la  animaba,  o  no,  o  como  cuando  alguien  no  está  de  acuerdo  con  lo  que  se  está  diciendo  y,  en  vez  de  oponerse  a  ello,  simplemente  hace  gestos  de  desaprobación.  En  ese  momento  se  le  puede  preguntar  si  no  está  de  acuerdo  o  si  quiere  decir  algo,  con  lo  cual  se  está  traduciendo  su  negación  gestual  en  negación  lingüística.  O  simplemente,  se  puede  intervenir  repitiendo  lo  que  una  persona  acaba  de  decir,  pero  con  otras  palabras,  más  claramente  y  así,  además  de  garantizar  la  comprensión  general,  se  va  trabajando  la  traducción.  O  se  puede  pedir  a  otro  miembro  del  grupo  que,  antes  de  intervenir  y  decir  lo  que  piensa,  primero  repita  con  sus  propias  palabras  lo  que  se  acaba  de  decir.  O  cuando  en  una  discusión  entre  dos  o  tres  personas,  se  da  uno  cuenta  de  que  están  diciendo  lo  mismo  con  palabras  distintas,  se  debe  intervenir  para  mostrar  que  el  fondo  las  diferencias  no  son  de  contenido,  sino  de  formas  de  expresarse.  Las  habilidades  de  traducción  vendrían  a  ser  la  capacidad  tanto  para  entender  al  otro  como  para  entenderse  a  uno  mismo,  para  traducir  las  ideas,  opiniones  y  experiencias  de  los  demás  a  nuestra  propia  vida  y  experiencia." Así,  trabajando  las  habilidades  de  traducción  se  podrá  entender  mejor,  con  mayor  corrección,  precisión  o  fidelidad  al  sentido  original,  tanto  lo  que  los  demás  dicen  como  la  propia  experiencia  o  las  propias  ideas.  Permite  dar  sentido  a  lo  que  uno  ve  y  escucha,  como  cuando  se  pregunta  “¿Qué  significa  para  ti  X?,  cuando  dices  X,  ¿te  refieres  a  ...?”  .  Permite  traducir  de  los  confuso  a  los  claro  o  de  los  ambiguo  a  lo  no-ambiguo,  por  ejemplo  “el  director  de  la  banda  dice:  "Carlos,  no  llevas  el  paso".  Carlos  no  esta  seguro  de  lo  que  quiere  decir  el  director  de  la  Banda,  porque:  A)  Duda  sobre  si  "No  llevar  el  paso"  significa  no  marchar  al  compás  de  la  música,  B)  Duda  sobre  si  "No  llevar  el  paso"  significa  no  marchar  al  paso  del  resto  de  la  Banda  o  C)  No  entiende  si  el  director  de  la  Banda  quiere  decir  no  marchar  al  compás  de  la  música  o  no  marchar  al  paso  del  resto  de  la  Banda.”  .  Pasar  de  lo  oculto  o  sobreentendido  a  lo  manifiesto  y  evidente.  En  el  ejemplo  siguiente  se  ve  como  la  traducción  en  este  caso  afecta  a  los  supuestos  que  subyacen  en  el  razonamiento:  “La  Secretaría  de  Salud  anuncia:  ‘Si  el  agua  está  tratada,  puede  beberse’.  Puesto  que  se  ha  declarado  que  el  agua  de  nuestra  ciudad  no  se  puede  beber,  se  concluye  que  el  agua  no  ha  sido  tratada.”[1]  Y  así  se  podría  continuar  analizando  los  diversos  momentos  y  fases  en  que  se  desarrolla  un  diálogo  en  una  comunidad  de  investigación  y  podríamos  ver  como  continuamente  se  está  utilizando  la  habilidad  de  traducción  e  insistiendo  en  esos  momentos  y  dándoles  relevancia  se  podrá  hacer  consciente  su  importancia  e  ir  trabajándolas. 
También  se  puede  trabajar  de  forma  más  expresa  y  directiva,  se  puede  entrenar  con  ejercicios  o  actividades,  como  si  de  una  práctica  de  ingles  se  tratase,  en  la  que,  usando  ejercicios  de  los  manuales  o  de  propia  invención,  se  puede  trabajar  la  comprensión,  interpretación  y  traducción  de  ideas,  sentimientos,  conceptos,  etc...  Por  ello,  considero  oportuno  recordar  que,  por  obvio  que  parezca,  para  poder  potenciar  las  destrezas  y  habilidades  de  traducción,  es  necesario  trabajar  todos  y  cada  uno  de  los  distintos  aspectos  implicados  en  la  traducción:  lectura  e  interpretación  de  textos,  de  lenguajes,  de  gestos,  de  imágenes,  composiciones  musicales,  etc. 
Todos  estos  no  son  más  que  simples  ejemplos  en  los  que  se  evidencian  el  trabajo  de  la  habilidad  de  traducción,  situaciones  que  se  dan  en  el  día  a  día  y  que  debemos  ser  conscientes  de  las  implicaciones  interpretativas  a  fin  de  evitar  sobrevolar  sobre  ellas  sin  incidir  adecuadamente  en  los  problemas  y  dificultades  en  ellas  inherentes  y  sin  aprovecharlas  para  mejorar  tal  habilidad. De  igual  forma,  trabajar  la  habilidad  de  traducción  es  una  experiencia  que  se  puede  dar  en  los  más  diversos  ámbitos  de  la  educativa.  Desde  la  lectura  de  cuentos  y  relatos,  con  su  interpretación  y  comprensión,  pasando  por  el  aprendizaje  de  las  matemáticas  o  las  ciencias  naturales,  con  los  distintos  lenguajes  y  concepciones  del  mundo  que  subyacen  a  ellas,  hasta  las  más  plásticas  y  creativas  de  los  trabajos  manuales,  el  dibujo  o  la  expresión  corporal.  Todas  ellas  son  oportunidades  para  tomar  conciencia  de  las  diversas  formas  que  tenemos  de  expresarnos  y  de  entender  al  otro,  de  traducirnos  y  traducirle. 
Asimismo,  aprender  una  nueva  lengua  o  idioma,  sea  de  otra  cultura  o  sea  de  un  ámbito  distinto  del  saber,  implica,  como  ya  he  mostrado,  ponerse  en  relación  con  todo  un  mundo  de  significaciones,  creencias  y  formas  de  entender  la  vida  distintas  a  las  propias.  Luego,  aprender  a  traducir  de  una  forma  más  adecuada  o  correcta,  además  de  facilitar  nuestra  capacidad  de  expresarnos  y  mejorar  la  competencia  para  interpretar  y  comprender  al  otro  y  a  sus  diferentes  lenguajes,  se  constituye  como  una  herramienta  idónea  y  muy  útil,  no  sólo  para  comunicarnos,  sino  sobre  todo  para  enriquecernos  y  enriquecer  al  otro,  para  mejorar  el  mundo  que  nos  rodea,  generando  nuevas  formas  de  entender  la  realidad,  de  darle  sentido  y  construirla,  de  hacerla  más  humanizada  y  más  humanizante. 
[1]  Borrador  inédito.  Madrid  2001
[1]  Profesor  titular  de  E.U.  de  la  Universidad  de  Alcalá
[1]  Véase  LIPMAN,  M.  Pensamiento  complejo  y  educación.  Ediciones  la  Torre,  Madrid,  1998.
[1]  Hay  que  entender  original  no  como  novedosa  sino  como  relativo  a  su  origen,  a  lo  originario.
[1]  STEINER,  G.  Después  de  Babel.  Aspectos  del  lenguaje  y  la  traducción,  FCE,  1995,  p.  13.
[1]  “La  traduction  consiste  à  reproduire  dans  la  langue  réceptrice  le  message  de  la  langue  source  au  moyen  de  l’équivalent  le  plus  proche  et  le  plus  naturel,  d’abord  en  ce  en  ce  qui  concerne  le  sens,  ensuite  en  ce  qui  concerne  le  style“  (Ch.  Taber  y  Eugene  A.  Nida)  citado  por  GARCÍA  YEBRA,  V.  Teoría  y  Práctica  de  la  Traducción,  Gredos,  Madrid,  1989,  p.  30. 
[1]  “Traduire  c’est  énoncer  dans  une  autre  langue  (ou  langue  cible)  ce  qui  a  été  énoncé  dans  une  langue  source,  en  conservant  les  équivalences  sémantiques  et  stylistiques”  (Jean  Dubois)  citado  por  GARCÍA  YEBRA,  V.  Teoría  y  Práctica  de  la  Traducción,  Gredos,  Madrid,  1989,  p.  30
[1]  BELTRÁN  VILLALVA,  M.,  Perspectivas  sociales  y  conocimiento,  Anthropos/UAM,  Barcelona,  p.  76.
[1]  SAPIR,  E.El  lenguaje,  FCE,  México,  1991,  p.  14.
[1]  DIAMOND,  A.S.  Historia  y  origen  del  lenguaje,  Alianza  Editorial,  1974,  p.  333.
[1]  WITTGENSTEIN,  L.  Philosophical  Investigations,  Prentice  Hall,  New  Jersey,  1958,  #  22,  p.  11e.
[1]  CLIFFORD  GEERTZ,  La  interpretación  de  las  culturas,  Gedisa,  Barcelona,  2000,  p.  43.
[1]  LOVEJOY,  A.  O  .  Essays  in  the  History  of  Ideas,  Nueva  York,  1960,  p.  80.
[1]  CLIFFORD  GEERTZ,  La  interpretación  de  las  culturas,  Gedisa,  Barcelona,  2000,  p.  44.
[1]  Véase  STEINER,  G.  “In  Bluebeard’s  Castle:  Some  Notes  Towards  the  Redefinition  of  Culture”  Faber  and  Faber,  1971.
[1]  Tomado  de  internet  de  un  informe  redactado  en  1986  por  Raymond  Chasle  (Resoluciones  sobre  la  cooperación  cultural  entre  los  Estados  ACP  y  la  Comunidad  Económica  Europea)
[1]  JAKOBSON,  R  “Six  Lectures  on  Sound  and  Meaning.  Lecture  I.”  in  Lectures  on  Sound  &  Meaning,  publ.  MIT  Press,  Cambridge  Mass.,  1937,  Preface  by  Clause  Lévi-Strauss.
[1]  Ver  JAKOBSON,  R  “Six  Lectures  on  Sound  and  Meaning.  Lecture  I.”  in  Lectures  on  Sound  &  Meaning,  publ.  MIT  Press,  Cambridge  Mass.,  1937,  Preface  by  Clause  Lévi-Strauss.
[1]  MARINAS,  J.  A.  La  selva  del  lenguaje.  Introducción  a  un  diccionario  de  los  sentimientos,  Anagrama,  Barcelona,  1998,  p. 
[1]  RORTY,  R.  “The  pragmatist’s  progress”  en  UMBERTO  ECO,  Interpretation  and  overinterpretation,  Cambridge  University  Press,  1992,  p.  93.  
[1]  STEINER,  G.  Después  de  Babel.  Aspectos  del  lenguaje  y  la  traducción,  FCE,  México,  1992,  p.  269.
[1]  JAKOBSON,  R.  «  On  linguistic  Aspect  of  Translation  »  in  Theories  of  Translation,  SCHULTE,  R.  &  BIGUENET,  J.  (ed.),  The  University  of  Chicago  Press,  Chicago  &  London,1992,  p.  145.
[1]  GÓMEZ  RAMOS,  A.  Entre  líneas.  Gadamer  y  la  pertinencia  de  traducir.  Visor,  Madrid,  2000,  p.  28.
[1]  Véase  BELTRÁN  VILLALVA,  M.,  Perspectivas  sociales  y  conocimiento,  p.  30.
[1]  BELTRÁN  VILLALVA,  M.,  Perspectivas  sociales  y  conocimiento,  pp.  32-33. 
[1]  GÓMEZ  RAMOS,  A.  Entre  líneas.  Gádamer  y  la  pertinencia  de  traducir.  Visor,  Madrid,  2000,  p.  29.
[1]  STEINER,  G.  Después  de  Babel.  Aspectos  del  lenguaje  y  la  traducción,  FCE,  México,  1992,  pp.  184-185.
[1]  Véase  GÓMEZ  RAMOS,  A.  Entre  líneas.  Gadamer  y  la  pertinencia  de  traducir.  Visor,  Madrid,  2000,  pp.  162-163.
[1]  Para  ver  la  diferencia  entre  ser  idénticos  y  ser  indistiguibles  véase  PUTNAM,  H.  Sentido,  sinsentido  y  los  sentidos,  Piados  ICE/UAB,  2000,  pp.  10-13.
[1]  BELTRÁN  VILLALVA,  M.,  Perspectivas  sociales  y  conocimiento,  p.  87.
[1]  DAVIDSON,  D.  Prefacio  a  la  edición  española  de  su  obra  Mente,  mundo  y  acción,  Piados,  Barcelona,  1992,  p.  49.
[1]  COLLINI,  S.  “Introduction:  Interpretation  terminable  and  interminable”  en  UMBERTO  ECO,  Interpretation  and  overinterpretation,  Cambridge  University  Press,  1992,  p.  9
[1]  RORTY,  R.  “The  pragmatist’s  progress”  en  UMBERTO  ECO,  Interpretation  and  overinterpretation,  Cambridge  University  Press,  1992,  p.  102.
[1]  Utilizo  el  concepto  de  “comunidad  de  investigación”  tomado  de  la  propuesta  pedagógica-filosófica  del  programa  de  Filosofía  para  Niños,  para  referirme  al  grupo  de  personas  que,  en  grupo  o  comunidad  y  de  forma  cooperativa,  dialogan,  reflexionan  e  investigan  juntos  y,  guiados  por  el  profesor  o  profesora  que  forma  parte  de  la  misma  comunidad,  van  desarrollando  su  capacidad  de  pensar  filosóficamente  y  de  razonar  en  todos  los  ámbitos  de  su  realidad  y  de  su  vida.
[1]  Ejemplos  tomados  con  traducción  libre  del  Test  de  destrezas  de  razonamiento  de  V.  Shipman.